La estatua de
bronce de San Pío de Pietrelcina, que, desde el día 14 de octubre, se puede venerar en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de la Catedral Primada
de México, es obra del escultor español Luis Uzín Larrañaga.
Luis Uzín
nació en San Sebastián (Guipúzcoa) el 21 de junio de 1961. Realizó los estudios
de enseñanza primaria y secundaria, en los años 1971-1977, en Lecároz
(Navarra), en el colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo, atendido por los
Capuchinos.
Los estudios de
arte los realizó en Italia: en Florencia con Gustavo Giulietti y en Pietrasanta
con Armanod Basile. Es titulado en obra gráfica, especialidad litografía. Sus
obras más importantes pueden contemplarse en diversas Instituciones de Italia;
y, en España, en la universidad de Deusto de San Sebastián, en el frontón
municipal de Azcoitia (Guipúzcoa) y en el convento de Capuchinos de Estella
(Navarra)…
La estatua que
estoy presentando tiene 1,68 metros de altura, la misma que el Santo capuchino
italiano. Es una obra de arte; y, por haber seguido paso a paso su elaboración,
puedo resaltar, entre otros, estos detalles:
Un rostro sereno y
luminoso, reflejo de la bondad y misericordia de Dios, que, como afirman los
que le conocieron, se transparentaban con claridad en el Santo de Pietrelcina,
y una mirada limpia y penetrante, porque a todos observaba y acogía con amor de
padre.
Unas manos,
deformadas sí por haber llevado en ellas, durante cincuenta años, las llagas
dolorosas y sangrantes de Cristo Crucificado, pero muy abiertas para acoger los
dones que de continuo suplicaba al Señor por medio de la Virgen María, y para
ofrecerlos a los hombres para los que los había implorado.
En la ligera
ráfaga de viento, que empuja el hábito hacia atrás, es fácil descubrir al religioso
y al sacerdote de Pietrelcina que actuó siempre a impulsos del Espíritu.
Sus pies
descalzos, como los de Moisés cuando le pidió el Señor que se quitara las
sandalias porque pisaba un lugar santo, insinúan que el Padre Pío actuó
siempre, en relación a Dios y también a sus hermanos, en actitud humilde y
respetuosa.
Y en el rosario
que cuelga del cordón del Fraile capuchino, con cuentas excesivamente grandes y
algunas o que faltan o que están deformadas de tanto pasarlas por sus dedos, el
artista ha querido plasmar la devoción especial del Padre Pío a esta oración
mariana y los muchos rosarios que rezaba cada día.
Pero, ¿no tuvo en
sus pies y en sus manos las llagas de Cristo Crucificado, y no las ocultaba con
los calcetines y con los medios guantes, llamados mitones porque dejan los
dedos libres? Cierto; pero el artista ha querido representar al Padre Pío
glorioso después de su muerte, momento para el que ya le habían desaparecido
esas llagas santas, sin dejar la más mínima cicatriz. Y ha colocado entre los pies del Santo un pequeño “calvario”, para
indicar que ese hombre, ahora glorioso, compartió intensamente, durante su
larga vida de 81 años, la cruz de Cristo, incluso teniendo en su cuerpo las
llagas del Salvador, como lo señalan los tres puntos rojos de la cruz.
Elías Cabodevilla Garde,
Sacerdote capuchino
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