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lunes, 13 de septiembre de 2021

Así rezaba el Padre Pío


El Santo Padre Pío rezaba diariamente esta coronita por todos aquellos que le pedían oraciones:

NOVENA AL SAGRADO CORAZON DE JESUS

I.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad os digo, pedid y obtendréis, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán!.
He ahí que, confiando en tu Palabra divina, yo llamo, yo busco, yo pido la gracia……
Padre Pío ruega al Señor en nombre de Jesucristo
(gracia que desea)
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

II.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad os digo, todo aquello que pediréis a mi Padre en mi Nombre, El os lo concederá”.
He ahí que al eterno Padre en tu Nombre yo pido la gracia…….
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

III.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: ” En verdad os digo, pasarán los cielos y la tierra pero mis palabras jamás!”
He ahí que basándome en la infalibilidad de tus santas palabras yo pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, el cual es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.

San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

Padre Pío, el director espiritual


El padre Pío inició su actividad de dirección espiritual, en el sentido ordinario de la expresión, con un primer grupillo de almas desde su llegada a San Giovanni Rotondo. Los puntos clave fueron dos encuentros semanales con conferencias en común, la propuesta de los medios de perfección más principales, según la doctrina común tradicional, y la unidad de padre espiritual y confesor.

No es erróneo el reconocer en este pequeño grupo el primer «grupo de oración», según su propósito de formar «pocas y bien formadas almas que a su vez serán simiente para otras almas», y, según su misma sugerencia expresada en el desarrollo de las reuniones: «Los materiales están preparados -dijo-, ahora comenzar a construir». Pero el aspecto más notable de la dirección espiritual del padre Pío y de su estatura como director espiritual se puede deducir de la dirección por correspondencia, considerada por los expertos como extraordinaria. El epistolario publicado comprende tres volúmenes. Tal correspondencia, interrumpida por orden del entonces Santo Oficio el 2 de junio de 1922, ocupa ciertamente un puesto de honor entre los epistolarios clásicos del género.

Motivos de espacio no permiten ni siquiera una sumaria indicación de las características y dimensiones de la dirección espiritual hecha por el padre Pío, y por eso hay que remitirse a los estudios realizados por el padre Melchor de Pobladura: En la escuela espiritual del padre Pío y Problemática de la dirección espiritual en el epistolario del padre Pío.

La novedad de tal dirección no hay que buscarla tanto en los medios y en las indicaciones de teología espiritual cuanto en la constancia de vivir en primera persona y en hacer vivir a las almas dirigidas las verdades fundamentales de la fe, es decir, en la figura del director espiritual.
Con este fin, conviene hacer aquí una primera observación y es que, en la galería de las muchísimas almas dirigidas por él, el padre Pío conmensura el hilo conductor del compromiso en santificarse a la gran variedad de edad, cultura, condición social o profesión de cada una de las personas. El padre Pío se nos revela como un genial y santo artista del método diferenciado. Le dijeron en una ocasión: «Padre, verdaderamente sois todo de todos». Y él añadió rápidamente: «Corrige. ¡Soy todo de cada uno! Cada cual puede decir: el padre es mío».

Esta totalidad de rendición voluntaria, centrada en cada una de las almas, está basada en la profunda convicción de actuar por mandato de Dios: «Yo soy un instrumento en las manos divinas, que sólo sirve para algo si es manejado por el artífice divino». La exigencia de que los demás vean a Dios y no la imagen del director es el segundo punto relevante, el cual nos permite explicar, con dificultad pero de forma segura, la fuerza moral, a veces brusca y dolorosa, ejercitada al guiar las almas hacia Dios.
«Siguiendo al padre Pío -confiesa cándidamente una hija espiritual- se sufría fuertemente: sus pruebas, sus reprensiones, su diferente trato con las almas, partía de dolor el corazón y se necesitaba mucha fe para decir que su modo de proceder así era justo».

Un tercer elemento de relieve, que subraya su constante vocación corredentora, es la clara, sincera, íntima participación del director espiritual padre Pío en las angustias, conflictos interiores, desolaciones y penas de las almas dirigidas: «Siento como mías vuestras aflicciones». «Haré míos todos vuestros dolores y todos los ofreceré en holocausto al Señor por vosotros». Es el método de la dirección espiritual participada que caracteriza específicamente al padre Pío como director espiritual y hace más eficaz su trabajo como guía de la perfección. El padre Pío se sentía dirigiendo a las almas como el «pobre cireneo», el «piadoso cireneo que lleva la cruz por todos».

La clientela mundial

La característica más típica de la poderosa llamada de lo divino realizada por el padre Pío durante cincuenta años, es la universalidad. Casi como por una especie de atracción de gravedad, de todas las partes del mundo se moviliza la gente para acercarse al padre Pío.  Gente de todas las edades, de toda clase social, de cualquier condición económica, de todas las jerarquías eclesiásticas y políticas, de todo nivel cultural; gente de todas las naciones, de todas las razas acude al padre Pío con su carga de problemas y necesidades.  Y cuando la gente no puede viajar hasta él, escribe centenares, quizá miles de cartas al día en todos los idiomas: desde los más diferentes dialectos italianos a la mayoría de las lenguas más difundidas en el mundo.   La novedad del hecho manifiesta una especie de revolución copernicana en San Giovanni Rotondo, realizada por el padre Pío en un momento histórico en el cual se pone de relieve la respuesta al mandamiento evangélico: «Id a todo el mundo», con un exagerado activismo. Pero en San Giovanni Rotondo se cumple aquello que Jesús había dicho de sí mismo: «Venid todos a mí». Autorizada y manifiestamente este hecho ha sido puesto de relieve por el papa Pablo VI cuando se ha referido a la «clientela mundial» del padre Pío.  Y es natural preguntarse con fray Maseo: «¿Por qué a ti, por qué a ti, por qué a ti?»… Y la respuesta, una vez más, viene dada por el propio Pablo VI que define al padre Pío como «el representante marcado con los estigmas de nuestro Señor» (20 septiembre 1971). La gente no lleva a San Giovanni Rotondo sólo su carga de problemas y necesidades, sino que en lo más íntimo de su alma lleva consigo la única necesidad de ver a Dios y a Jesucristo en el hombre de Dios que es el padre Pío. Se repiten las maravillas de Dios: «Cuando sea levantado sobre la tierra atraeré todos a mí».  El mundo percibía claramente la respuesta alternativa al problema fundamental de su siglo: no se puede ser santos sin Dios, no se puede vivir sin la gracia. «Siento asiduamente una voz que me dice: santifícate y santifica», había dicho el padre Pío a una de sus hijas espirituales en el lejano noviembre de 1922. Y con intuición maravillosa la gente de todo el mundo comprendía rápidamente que las señales en las manos, en los pies y en el costado del primer sacerdote estigmatizado no podían ser interpretadas sino como «motivos de credibilidad» de la misión del padre Pío en el mundo contemporáneo de ser clavado en la cruz para actualizar la redención; y comprendía más pronto todavía que los dones carismáticos concedidos por Dios al padre Pío -como el discernimiento de espíritus, la profecía, el don de la bilocación, los efluvios y perfumes olorosos- no eran otra cosa que «medios providenciales para acreditar el misterio de la reconciliación con Dios». Sin embargo, la «clientela mundial», al mismo tiempo, crecía en torno al padre Pío por otra línea de fuerza, de naturaleza esencialmente espiritual: la dirección de las almas, la confesión sacramental y la celebración de la misa.

por Alejandro de Ripabottoni, o.f.m.cap.

martes, 10 de agosto de 2021

EL PADRE PÍO, MODELO DE VIDA SACERDOTAL PLENA

 Por Wolfgang María Muha. Actualidad Litúrgica. 24 de septiembre de 2018.
 
El Padre Pío se caracterizó por tener muchos carismas extraordinarios y multitud de gracias místicas que un sacerdote, por sí mismo, no puede alcanzar. Esto fueron gracias especiales que Dios le concedió. Sin embargo, el P. Pío es un modelo para todo sacerdote por la manera en que desempeñó su ministerio, por lo que él hizo en respuesta a los dones de Dios, por su propósito total y absoluto de vivir sólo y enteramente para Dios y las almas, por su fidelidad a la Iglesia y a su magisterio, por su inmenso aprecio del Santo Sacrificio de la Misa, y su ardiente amor a Jesús presente en la Eucaristía, por su entrega total al desempeño del ministerio de la reconciliación de los pecadores, por su obediencia plena a sus superiores a pesar de todas las contradicciones que tuvo por parte de ellos, por su intensa vida de oración y austeridad, por su total desprendimiento de los bienes materiales y por la comprensión que supo desarrollar del valor del sufrimiento.
 
La familia del Padre Pío propició que él, ya desde niño, se entregara totalmente a Jesús. A la edad de 5 años Francesco Forgione (su nombre de pila) se consagró solemnemente a Jesús. Esto no era algo fuera de lo común (a excepción, tal vez, de la joven edad del pequeño) en la Italia del sur de aquella época. Probablemente hizo esta consagración a instancias de su madre. Esta consagración fue el primer paso de su vida de entrega y aceptación de la voluntad de Dios para él.
 
Su infancia la pasó entre su asistencia a la escuela y sus actividades como pastor de las siete u ocho ovejas que tenía su familia. De niño le gustaba cantar cantos religiosos, jugar a celebrar Misa y bendecir siempre los alimentos. Sin embargo, no dejaba de ser también un niño travieso que se distinguió siempre por su sentido del humor. Vivió en un ambiente de piedad que lo hacía vivir tangiblemente en el mundo sobrenatural. Los contemporáneos y coterráneos del P. Pío veían como algo completamente natural los milagros. Esta actitud es patente en una respuesta que dio el Padre Pío a un joven estudiante que le preguntó si Dios existía. El P. Pío le contestó, mirándolo con incredulidad: “¡Estás loco!” (obviamente, por hacer una pregunta así).
 
Entró al noviciado de los Padres Capuchinos de Morcone el 22 de enero de 1903. El maestro de novicios de Fray Pío atestiguó que éste siempre fue “un novicio ejemplar, puntual en la observancia de la regla y que nunca daba el menor motivo de ser reprendido”. Según el P. Bernardino da San Giovanni Rotondo, uno de sus profesores de entonces, fray Pío era tranquilo y pausado, siempre humilde, dulce y obediente. Cinco años después, según las normas canónicas vigentes en aquel entonces, emitió los votos solemnes “con la única finalidad —escribe él mismo en el documento oficial de su profesión— de procurar el bien del alma y dedicarme por entero al servicio de Dios”.
 
Se ordenó sacerdote en la capilla arzobispal de Benevento, el 10 de agosto de 1910 y celebró su primera Misa solemne en Pietrelcina, el 14 del mismo mes. En las estampas de su ordenación sacerdotal había hecho imprimir estas palabras, que supo llevar a plenitud en el transcurso de su vida sacerdotal:
 
Jesús, mi aliento y mi vida,
te elevo en un misterio de amor.
Que contigo yo sea para el mundo
Camino, Verdad y Vida
y para ti, sacerdote santo,
víctima perfecta.
Padre Pío, capuchino
 
Después de su ordenación y debido a su delicada salud, por disposición de sus superiores, permaneció en su pueblo natal hasta 1916, luchando con una misteriosa enfermedad. Este período fue de intensa vida espiritual, combinada con grandes sufrimientos, tanto físicos como espirituales. En esta época ocurrieron los primeros indicios de la estigmatización y padeció repetidos ataques del demonio.
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En Pietrelcina, el Padre Pío no vivía con sus padres sino en una modesta morada perteneciente a ellos, cerca de la casa paterna. Celebraba Misa habitualmente en la iglesia de Santa Ana, donde él fue bautizado y había recibido su Confirmación y Primera Comunión. Las Misas del Padre Pío eran largas (hasta de 7 horas), interrumpidas por inesperados éxtasis.
 
El demonio sabía ya cuántas almas le iba a robar este santo sacerdote, así que sus ataques eran incesantes y muy violentos. Un día de 1912, el Padre Pío escribe: “Barba Azul no quiere confesarse vencido. Adopta todas las formas. Desde hace varios días viene a visitarme con otros comparsas, armados de palos y de instrumentos de hierro. No se sabe cuántas veces me ha arrojado del lecho para arrastrarme por la habitación”. Algunas veces se levantaba por la mañana, ensangrentado. ¿Por qué era maltratado y golpeado así el Padre Pío por Satanás? Porque el demonio quería poner obstáculos a su vocación e impedir su misión, la misión de uno de los sacerdotes más extraordinarios de la historia de la Iglesia. Y Dios permitía que su servidor padeciera de ese modo para ponerlo a prueba y como una “reserva de gracias” para el futuro, pues, como es bien sabido, por la comunión de los santos, los sufrimientos de unas almas, llevados con aceptación de la voluntad de Dios, permiten la santificación de otras.
 
El P. Pío le explicaba así al P. Benedetto, su director espiritual, una decisión que quería tomar con el consentimiento de éste:
 
“Desde hace tiempo siento una necesidad, la de ofrecerme al Señor como víctima por los pobres pecadores y por las almas del purgatorio. Este deseo ha ido creciendo cada vez más en mi corazón, hasta el punto de que se ha convertido, por así decir, en una fuerte pasión. Es verdad que ya he hecho varias veces ese ofrecimiento al Señor, presionándolo para que vierta sobre mí los castigos que están preparados para los pecadores y las almas del purgatorio, incluso multiplicándolos por cien en mí, con tal de que convierta y salve a las almas del purgatorio, pero ahora deseo hacer ese ofrecimiento al Señor con el permiso de usted” (carta del 29-IX-1910 al P. Benedetto, Epistolario, t. I p. 206).
 
Este ofrecimiento fue aceptado por Dios hasta las últimas consecuencias, tanto por los repetidos ataques del demonio como por las enfermedades físicas, pruebas espirituales y contradicciones de parte de varias personas que padeció el Padre Pío.
 
Dos años más tarde, fray Pío le escribía al Padre Agostino: “El Señor escoge a ciertas almas, y entre ellas, a pesar de mi indignidad, me ha escogido a mí, para asistirlo y ayudarlo en la gran obra de la salvación de la humanidad. Mientras más sufran sin consuelo estas almas, los padecimientos de Jesús disminuyen. Por eso quiero sufrir cada vez más, sin alivio. Esto es toda mi alegría. Es cierto que necesito valor para esto, pero Jesús no me niega nada”.
 
Cuando aún vivía en su tierra natal, a pesar de su precaria salud y de su atormentada vida interior, el joven religioso se ocupaba en atender a los feligreses aunque no tenía autorización para ejercer un ministerio completo pues no estaba ligado a un convento ni a una diócesis. Celebraba Misa todos los días en una u otra iglesia de Pietrelcina. Impartía el catecismo a los niños del pueblo, se ocupaba de los monaguillos. Preparaba las ceremonias de las grandes fiestas litúrgicas. Y se destacaba por su trato sencillo y amistoso, así como por su edificante comportamiento, lo que hacía que todos sus compatriotas, estuvieran bien dispuestos a la Palabra de Dios que fray Pío sembraba entre ellos.
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El Padre Paolino da Casacalenda fue el instrumento que Dios utilizó para que el P. Pío volviera al convento. Le propuso pasar unos días en el convento de San Giovanni Rotondo, para aliviar un poco el calor y los trastornos que éste le producía. Pronto el Padre Pío se encontró mejor y pidió la autorización de quedarse ahí. Ese sería su destino definitivo.
 
Una vez ahí, el P. Pío empezó a llevar el ritmo de vida que seguiría toda su vida. En primer lugar, su jornada era un coloquio ininterrumpido con Dios. Oraba mucho y bien. La irresistible atracción de su persona y la irradiación arrolladora de su actividad sacerdotal en el confesionario, en las conversaciones y en los escritos no serían comprensibles al margen del contacto íntimo y vital con Dios Padre. Al Padre Pío se le puede aplicar también lo que decía de San Francisco de Asís su biógrafo, Tomás de Celano: “Llegó a ser un ciudadano del cielo… no sólo un orante, más bien era la misma oración personificada”. La raíz de todo el edificio espiritual del Padre Pío y el eje sobre el que giraba toda su actividad era su vida de oración. Él mismo se definía diciendo: “No quiero ser más que esto: un fraile que ora”. Y añadía: “A Dios se le busca en los libros, pero se le encuentra en la oración. Si hoy falta la fe, se debe a la falta de oración. Dios no se encuentra en los libros, sino en la oración: cuanto más se reza, tanto más aumenta la fe y se encuentra a Dios”. Decía también: “La oración es el pan y la vida del alma, el respiro del corazón, un encuentro íntimo y prolongado con Dios”. Y también: “Se consuma toda vuestra vida en la resignación, en la oración, en el trabajo, en la humildad, en el agradecimiento al buen Dios. Si os ocurre advertir en vos la impaciencia, recurrid enseguida a la oración; considerad que estamos siempre en la presencia de Dios, a quien tenemos que dar cuenta de todas nuestras acciones, buenas y malas”.
 
El Padre Pío no se limitaba a vivir una vida de oración él mismo; se esforzaba también por infundir este tipo de vida en los demás. Primero con su ejemplo pues su sola presencia despertaba en los demás la necesidad de orar. Pero también lo hizo estableciendo grupos de oración, iniciativa que tomó para responder al llamado del Papa Pío XII que quería despertar en todos los fieles el sentido cristiano de la vida y llevarlos a conformar su vida, sin ningún respeto humano, según los mandamientos de Dios. Los grupos de oración del Padre Pío se fueron difundiendo por diversas regiones de Italia y luego por el mundo entero. Dependían directamente de la Iglesia, no eran una iniciativa espontánea de los laicos. Se requería que los grupos se formaran, necesariamente, en torno a un sacerdote y por iniciativa de él. Se rezaba el Rosario según el espíritu del Padre Pío y por las intenciones del Papa, procurando evitar conferencias u otras actividades pues, como decía este santo sacerdote: “Las palabrerías sólo pueden destruir el grupo”.
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La oración por excelencia es la Santa Misa. El Padre Pío la valoró por encima de todo y la vivió con una profundidad que rara vez es vivida por otros sacerdotes, pues su identificación con Cristo y con su Pasión era eminente. Según él mismo comentaba, en el altar él era como Jesús en la Cruz; revivía la Pasión entera de Cristo en la Misa. La Misa era el momento más importante de la jornada para él. Wladimir d’Ormesson, embajador de Francia ante la Santa Sede dejó un testimonio de una Misa del Padre Pío a la que asistió:
 
«A las 6 de la mañana en punto el Padre Pío entró en la capilla por una puerta lateral, la cabeza cubierta con su capucha de capuchino. Ayudado por dos monaguillos, se abrió paso dificultosamente. Como se elevó un clamor entre la asistencia, se volvió para imponer silencio, subió los escalones del altar, y se descubrió la cabeza. Empezaba la celebración.
Lo digo porque es verdad, nunca en mi vida había asistido a una Misa tan conmovedora. Y sin embargo, tan sencilla. El Padre Pío actuaba siguiendo los ritos tradicionales. Pero recitaba los textos litúrgicos con tal nitidez, con tal convicción; se desprendía tal intensidad de sus invocaciones; sus gestos, aunque muy sobrios, eran de tal grandeza que la Misa adquiría no sé qué proporciones y se convertía en un acto absolutamente sobrenatural, lo que en realidad es y lo que precisamente hemos olvidado con frecuencia que es. Cuando elevó la Hostia, y luego el cáliz, el Padre Pío quedó inmóvil en la contemplación. ¿Durante cuánto tiempo tuvo la Hostia, con los brazos elevados, por encima de nuestras cabezas?  ¿Cuánto tiempo el cáliz?… Diez, doce minutos, quizá más… No lo sé…  En medio de aquella multitud, sólo se oía el murmullo de su oración. Era de verdad el intermediario entre los hombres y Dios, la extrema punta de la creatura finita ante el infinito.
En ese momento insigne, yo tenía a no sé cuántos vecinos aupados sobre mis hombros. Literalmente no los sentía. Mi mujer, que se hallaba poco a mi izquierda y que veía al Padre Pío de lado, en el momento de la consagración vio muy claramente brotar sangre de las palmas de sus manos…
Después de bendecir a la asistencia, cuando el Padre Pío abandonó la capilla, me di cuenta, al mirar el reloj, que la Misa había durado exactamente una hora y cincuenta minutos» (Yves Chirac, El Padre Pío, Ed. Palabra, Madrid 1999, 228-229).
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Quien participaba en la celebración eucarística del P. Pío, no podía quedar tranquilo en su pecado. La Santa Misa conectaba a todos con el Misterio de Dios, quien irremisiblemente atrae al pecador para que salga de su pecado. De modo que el Padre Pío, después de la celebración del Santo Sacrificio se sentaba en el confesionario, para administrar la misericordia de Dios a los pecadores arrepentidos. A alguien que le preguntó un día sobre su misión en la tierra, le respondió brevemente: “Soy un confesor” Y, ciertamente, las horas pasadas por el Padre Pío en el confesonario fueron incalculables. Los días de mayor afluencia de personas, podía pasar todo el día confesando. Con frecuencia se le veía llorar después de confesiones especialmente difíciles. Al ser preguntado, contestó que lloraba por la Sangre de Cristo derramada en vano por tantos desgraciados, por la creación profanada y por los fracasos de la gracia y, en fin, porque Cristo lloró.
 
En ocasiones, el Padre Pío también lloraba al leer el Evangelio del día. Cuando alguien se extrañó por ello, él contestó: “¿Te parece poca cosa que Dios converse con sus creaturas? ¿Y que éstas no lo quieran escuchar y le lleven la contraria?”.
 
La fama de santidad del Padre Pío causaba una gran afluencia de peregrinos que en ocasiones llegaban a esperar hasta 15 días para poder confesarse con él. Pero esto, y la afluencia de grandes donativos para el hospital que fundó este santo sacerdote también causó envidias y codicia entre algunos personajes eclesiásticos. Todo esto llevó a medidas muy severas de restricción del ministerio de este santo, que se aplicaron por períodos prolongados. La reacción del Padre Pío fue siempre de humildad, obediencia y sometimiento a las autoridades eclesiásticas, sin tomar en cuenta la injusticia que pudo haber en sus decisiones, hasta que se le liberó de esas restricciones.
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Por su sacerdocio totalmente orientado a Dios y a su gloria, el P. Pío es, como lo señala el sacerdote trapense, Augustine Mc Gregor, un modelo excepcional de vida sacerdotal, un sacerdote que reveló, con su vida, una manera única y sencilla de vivir las exigencias del sacerdocio. En pocas palabras, en este mundo de constantes cambios en las esferas de lo social, cultural y religioso, en el P. Pío se encuentran las características de valor permanente del sacerdocio, no susceptibles de cambiar con el paso del tiempo.
 
Y, como afirma el Padre Vincenzo Frezza, O.F.M., Cap., el Padre Pío, al unificar en su vida el sacerdocio y la misión de corredimir a sus fieles, demostró que el ejercicio del ministerio sacerdotal va más allá de los signos sacramentales. Es decir, transforma al hombre en “Cristo Sacerdote” en cada momento y en cada actitud de su existencia. En pocas palabras, esto significa que el sacerdote debe ser, como el Padre Pío, una víctima y una ofrenda incesante.
 
Wolfgang María Muha.
Fuente: Actualidad Litúrgica

martes, 3 de agosto de 2021

La Confesión: Anécdotas del Padre Pío



La Confesión era el principal trabajo diario del Padre Pío. Él hacía este trabajo mirando dentro de los penitentes. Por ello, no era posible mentirle al Padre Pío durante una confesión. El veía dentro del corazón de los hombres. A menudo, cuando los pecadores eran tímidos, el Padre Pío enumeraba sus pecados durante la confesión. 

El Padre Pío invitaba a todos los fieles a confesarse al menos una vez por semana. Él decía: "Aunque una habitación quede cerrada, es necesario quitarle el polvo después de una semana." 
En el sacramento de la confesión, el Padre Pío era muy exigente. Él no soportaba a los que iban a él sólo por curiosidad. 

Un fraile contó: Un día el Padre Pío no dio la absolución a un penitente y luego le dijo : "Si tú vas a confesarte con otro sacerdote, tú te vas al infierno junto con el otro que te de la absolución". El entendía que el Sacramento de la Confesión era profanado por los hombres que no querían cambiar de vida. Ellos se hallan culpables frente Dios.


Un señor fue a confesarse con el Padre Pío, a San Giovanni Redondo, entre 1954 y  1955. Cuando acabó la acusación de los pecados, el Padre Pío le preguntó : "¿Tienes otro"? y él contestó: "no padre". El Padre repitió la pregunta: "¿tienes otro"?,  "no, padre". Por tercera vez  el Padre Pío le preguntó: "¿tienes otro"?. A la tercera respuesta negativa se acaloró el huracán. Con la voz del Espíritu Santo el Padre Pío gritó: "¡Calle! Calle! Porque tú no estás arrepentido de tus pecados! ". 
El hombre quedó petrificado por la vergüenza que pasó frente a mucha gente. Luego trató de decir algo. Pero el Padre Pío le dijo: "Estás callado, cotilla, tú has hablado bastante; ahora yo quiero hablar: ¿Es verdadero que frecuentas las salas de fiestas"? - Usted, padre" - "¿Sabes tú que el baile es una invitación al pecado"? 

El hombre se fue asombrado y no supo qué cosa decir ya que tenía el carné de socio de una sala de fiestas en su billetera. El hombre prometió no cometer otros pecados y después de mucho tiempo tuvo la absolución.


Las mentiras 
Un día, un señor le dijo al Padre Pío: "Padre, yo digo mentiras cuándo estoy con mis amigos. Lo hago para mantenerlos alegres ". Y el Padre Pío contestó: "Eh, ¿quieres tú ir al infierno bromeando?! “
 
La murmuración 
Cuando uno habla mal de un amigo suyo se está destruyendo su reputación y el honor del hermano que tiene en cambio derecho a gozar de consideración. 
Un día el Padre Pío dijo a un penitente: "Cuando tú murmuras de una persona quiere decir que tú no quieres a aquella persona, tú has sacado a la persona de tu corazón. Pero sabes que, cuando sacas a un hombre de tu corazón, también Jesús se va fuera de tu corazón junto con aquel hombre."
 
Una vez, el Padre Pío fue invitado a bendecir una casa. Pero cuando llegó a la entrada de la cocina él dijo: "Aquí hay serpientes, yo no entro". Y luego le dijo a un sacerdote que a menudo frecuentaba aquella casa para comer: “no vayas a esa casa porque ellos dicen cosas feas de sus hermanos”.
 
La blasfemia 
Un hombre era originario de la Región de las Marcas. Él partió de su país, con un amigo suyo, en un camión. Transpotaban muebles cerca de San Giovanni Redondo. Mientras hicieron la última subida, antes de llegar al destino, el camión se rompió y se paró. Intentaron hacer arrancar el motor pero no tuvieron éxito. 
El chófer perdió la calma y lleno de cólera blasfemó. Al día  siguiente, los dos hombres  fueron a San Giovanni Redondo donde vivía la hermana de uno de los dos hombres. Con la ayuda de su  hermana lograron ir al Padre Pío para confesarse. 
Entró el primer hombre pero el Padre Pío lo cazó afuera. Luego le llegó el turno al chófer que empezó el coloquio y le dijo al Padre Pío: “Me he irritado". Pero el Padre Pío gritó: "¡Desdichado! has blasfemado a nuestra Mamá! ¿Qué te ha hecho la Virgen"?. Y lo mandó fuera.
 
El demonio está mucho cerca de los que blasfeman
En un hotel de San Giovanni Redondo no era posible descansar ni de día ni de noche porque estaba una niña endemoniada que chillaba de modo que daba susto. La mamá de la niña la llevaba cada día a la Iglesia. Ahí esperó a que el Padre Pío liberara a la niña del espíritu del mal. También en la iglesia la niña gritó muchísimo. Una mañana, el Padre Pío tras haber confesado a algunas mujeres se encontró frente a él a la niña que gritaba espantosamente. La niña fue retenida con dificultad por dos o tres hombres. El Padre Pío, ya aburrido de todo aquel trasiego, dio un golpe con su pie a la niña y luego golpeó la cabeza de la niña y dijo: "Ahora" basta! 
La pequeña cayó a la tierra. El  Padre Pío le pidió a un médico que estuvo presente, que llevara a la niña a San Michele, al santuario del Monte San Ángel. Cuando el grupo llegó al destino, entraron a la gruta donde había aparecido San Michele. La niña se reanimó, pero nadie logró acercarla al altar dedicado al ángel. En el medio de la confusión, un fraile tomó la mano de la niña y tocó el altar. La niña cayó a tierra como si hubiera sido fulminada. Se levantó  más tarde y como si nada hubiera sucedido le preguntó a su mamá: “¿podrías comprarme un helado"? 
Ante ésto, el grupo de personas volvió a San Giovanni Redondo para informar y agradecer al Padre Pío. Pero el Padre Pío le dijo a la mamá: "dile a tu marido que no blasfeme más, de otro modo el demonio vuelve."


 
Faltar a la Eucaristía 
A los principios de los años '50, un joven médico fue a confesarse con el  Padre Pío. Él dijo sus pecados y luego se quedó en silencio. El Padre Pío le preguntó al joven médico si tenía algún pecado que añadir pero el médico le respondió que no. Entonces el Padre Pío le dijo al médico: "recuerda que en los días festivos no se puede faltar tampoco a una sola Misa, porque ello es pecado mortal".  En aquel momento el joven recordó haber "faltado" a una cita dominical con la Misa, un mes antes. 


 
La magia 
El Padre Pío prohibió cada forma de magia, de espiritismo y de prácticas de lo oculto. Una señora cuenta: "Yo me confesé  con el Padre Pío en el mes de noviembre del 1948. Entre las otras cosas que le dije al Padre es que en nuestra familia estábamos preocupados porque una tía leyó las cartas. El Padre con tono perentorio dijo: "Echáis fuera enseguida aquella cosa."


El Divorcio 
En la familia unida y santa, el  Padre Pío vio el lugar donde brota la fe. Él dijo: “el divorcio es el pasaporte por el infierno”. 
 
Una joven señora, cuando acabó la confesión de sus pecados, como penitencia el Padre Pío le indicó.”tienes que encerrarte en el silencio del ruego y salvarás tu matrimonio." 
La señora se sorprendió ya que su relación matrimonial no tenía problemas. Después de mucho tiempo, ella tuvo grandes problemas en su matrimonio pero al estar preparada y siguiendo el consejo del Padre Pío, superó aquel triste momento evitando la destrucción de la familia.


El aborto 
Un día, el padre Romero le preguntó al Padre Pío: "Padre, esta mañana le ha negado la absolución a una señora por haberse hecho un aborto. ¿Por qué ha sido tan riguroso con aquella pobre desgraciada"?. 
El Padre Pío contestó: "El día en que los hombres, asustados por el estampido económico, de los daños físicos o de los sacrificios económicos, pierdan el horror del aborto, será un día terrible para la humanidad. Porque es justo aquel el día en que deberían demostrar  tener horror por ello. El aborto no es solamente homicidio también es suicidio. ¿Y con los que vemos sobre el dobladillo cometer con un solo golpe uno y otro delito, queremos tener el ánimo de enseñar nuestra fe? ¿Queremos recobrarlos  o no"? 
"¿Por qué suicidio"?  preguntó el padre Romero . 
“Tú comprenderías este suicidio de la raza humana, si con el ojo de la razón, vieras ´la belleza y la alegría´ de la tierra poblada de viejos y despoblada de niños: quemada como un desierto. Entonces entenderías la doble gravedad del aborto: con el aborto siempre se mutila también la vida de los padres”.

viernes, 21 de mayo de 2021

Grupo de oración virtual "Sin fronteras"


Martes, 25 de mayo 
⏲️ Hora:
CentroAmérica 4:00pm
México / COL / PER 5:00pm
Argentina 7:00pm

📍 Enlace a la videollamada: https://meet.google.com/kqm-ijwf-gkb


 

sábado, 1 de mayo de 2021

Misal Mayo 2021

martes, 30 de marzo de 2021

Retiro Pascual con el Padre Pío



Retiro Virtual

 

domingo, 28 de marzo de 2021

12 interesantes datos sobre la vida del padre Pío


Como en vida tenía fama de santidad, fue muy fotografiado, y se ha escrito mucho sobre él, probablemente ya lo conoces, pero hay doce cosas muy interesantes que tal vez no sabes sobre el padre  Pío:

1. Su verdadero nombre no era Pío, sino Francesco
Nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, Italia, y le pusieron Francesco, nombre de un hermanito suyo que nació un año antes que él y murió.

2. Recibió los ‘estigmas’
Durante cuarenta años tuvo en manos, pies y costado, heridas como las de Jesús, de las que brotaba sangre que olía a flores. Las cubría con guantes porque no le gustaba mostrarlas. Le dolían mucho; no cicatrizaban, pero nunca se infectaron.

3. Podía leer las conciencias y predecir eventos futuros.
Acudían multitudes a confesarse con él. Pasaba en promedio dieciséis horas diarias confesando. Conocía los pecados de la gente antes de que ésta los confesara.
Supo quiénes serían los siguientes Papas, incluyendo a san Juan Pablo II.

4. Luchaba físicamente con el demonio.
De noche se oían en su celda ruidos espeluznantes, gritos, golpes que aterraban a los otros frailes. Al final quedaba físicamente maltrecho, pero espiritualmente victorioso.

5. Veía a su Ángel de la Guarda.
Platicaba con él y le pedía ayuda. Por ejemplo, cuando un amigo, queriendo asegurar que si alguien interceptaba su carta, no la entendiera, le escribió en griego al padre, éste pidió a su Ángel la tradujera.

6. Lo visitaban almas del Purgatorio.
Solían aparecérsele almas que pedían Misas para salir del Purgatorio. Les preguntaba datos sobre su muerte, comprobaba su veracidad, e intercedía por ellas ante Jesús.

7. Era muy devoto de María y rezaba muchos Rosarios cada día
María se le aparecía. Él llevaba siempre un Rosario que consideraba la mejor arma contra el mal. Animaba a todos a rezarlo. Rezaba diario alrededor de cuarenta Rosarios.

8. Tenía el don de bilocación
En una ocasión, se presentó en una casa a auxiliar a un moribundo, y luego se comprobó que a esa misma hora estaba en el convento.

9. Fundó un Hospital
Con esfuerzo y donativos, mandó edificar la “Casa Sollievo della Sofferenza” (Casa Alivio del Sufrimiento), para dar atención médica y espiritual a enfermos pobres.

10. Inició los ‘Grupos de oración del padre Pío’
Hoy en día hay millones de estos grupos en todo el mundo. Sus miembros se comprometen a orar, a hacer buenas obras y a amar a la Iglesia, y tienen presente este lema del padre: ‘Ora, espera y no te preocupes’.

11. Su condición física era médicamente inexplicable
Casi no dormía; a veces su único alimento era la Eucaristía. Durante sus éxtasis quedaba como muerto; y su temperatura subía tanto que rompía el termómetro. Llegó a tener más de 48 grados.

12. Su cadáver se mantiene incorrupto
El padre Pío murió en san Giovanni Rotondo, el 23 de septiembre de 1968. Su cuerpo está en una urna de cristal, y luce como si estuviera dormido. Fue canonizado en 2002.

viernes, 26 de marzo de 2021

CATEQUESIS PARA LOS GRUPOS DE ORACIÓN DEL PADRE PÍO

jueves, 25 de marzo de 2021

Oraciones para Pascua



ORACIÓN PARA PASCUA

Señor Jesús, resucitando de la muerte que conquistó el pecado: hace que nuestra Pascua marca una victoria completa sobre el pecado.
Señor Jesús, resucitando de la muerte han dado a su cuerpo una fuerza inmortal: es que nuestro cuerpo revela la gracia que da la vida.
Señor Jesús, resucitando de la muerte que ha traído a su humanidad en el cielo;
hace que también se mueven hacia el cielo, con una verdadera vida cristiana.
Señor Jesús resucitar de entre los muertos y ascender al cielo, Usted prometió su regreso: Hace que nuestra familia está lista para compostura en el gozo eterno.
Amén.

ORACIÓN AL CRISTO RESUCITADO
Oh Jesús, que por su resurrección ha triunfado sobre el pecado y la muerte, y revestidos de gloria y luz inmortal,
concédenos que resucitaremos con ustedes, con el fin de comenzar una nueva vida junto a ti, brillante, santo.
El trabajo en nosotros, oh Señor, el cambio divino que opera en las almas que te aman:
hace que nuestro espíritu, maravillosamente transformada por la unión contigo, brillo de la luz, canciones alegres, que conducen hacia el bien.
Usted, con su victoria que ha abierto a los hombres horizontes infinitos del amor y de la gracia, nos sugiere la ansiedad de la difusión por la palabra y el ejemplo, el mensaje de la salvación, concédenos el celo y ardor al trabajo para la venida de su reino.
Hace que estemos satisfechos con su belleza y su luz y deseamos unirnos a ustedes para siempre.

ORACION A JESUS RESUCITADO
O mi Jesús resucitado, devotamente Adoro y beso las llagas gloriosas de su santísimo cuerpo, y para ello te pido con todo mi corazón para que me levanto de una vida de indiferencia a una vida de fervor y luego pasar de la miseria de esta tierra a la gloria Paraíso eterno.
Amén.

SEÑOR DE LA RESURRECCIÓN
Jesús, el Hombre de la Cruz, Señor de la Resurrección, llegamos a la Pascua como peregrinos sedientos del agua viva.
Se muestra a nosotros en la gloria leve de Tu Cruz; se nos muestra en todo su esplendor de su Resurrección.
Jesús, el Hombre de la Cruz, Señor de la Resurrección, Les pedimos que nos enseñes el amor que nos imitadores del Padre hace,
la sabiduría que hace que la vida buena, la esperanza que se abre a la esperanza del mundo futuro ...
Señor Jesús, la estrella del Gólgota, gloria de Jerusalén, y las ciudades de todos los hombres, enseñar siempre la ley del amor, la nueva ley que renueva para siempre la historia del hombre.
Amén.



DOMINGO DE PASCUA
Domingo de Pascua: el amor que corre rápido!
Funciona María Magdalena, y también dirige Peter
Pero el Señor no está ahí, ya no existe: la ausencia dichosa! Bendita esperanza!
También se ejecuta el otro discípulo corrió más rápido, más rápido.
Pero no tiene que entrar en: el corazón ya sabe la verdad de que los ojos sigan adelante.
El corazón, el más rápido de un vistazo!
Señor Resucitado: acelera nuestra raza, se aleja nuestros cantos rodados, se ve precioso fotos de la fe y el amor.
Señor Jesús, trascinaci de nuestras tumbas rivestici y la vida que nunca muere, como lo hizo el día de nuestro bautismo!
amén

CRISTO RESUCITADO
La vida es una fiesta porque Cristo ha resucitado y nos resucitará.
La vida es una fiesta: podemos mirar hacia el futuro con confianza porque Cristo ha resucitado y nos resucitará.
La vida es una fiesta: nuestra alegría es nuestra santidad;
nuestra alegría nunca fallará: Cristo ha resucitado y nos resucitará.


RESURRECCIÓN
Tú, Jesús, la resurrección "He logrado la expiación de los pecados; usted graniza nuestro Redentor.
Tú, Jesús, la resurrección ha vencido a la muerte; se cantan los himnos de victoria: Usted es nuestro Salvador.
Tú, Jesús, por tu resurrección han abierto una nueva existencia; usted es la vida.
¡Aleluya!
Es el grito de la oración de hoy.
Tú eres el Señor.

El Gran Milagro de Pascua del P. Pío.




Paolina estaba gravemente enferma, sus familiares y amigos que se preparaban para su muerte, pero el Padre Pio prometió que durante su Misa de Pascua `resucitaría´ con Cristo.

En los primeros meses de 1925, Paolina Preziosi, una mujer santa y buena madre de sus cinco hijos, se enfermó de bronquitis. Era una franciscana de la Tercera Orden y era muy querida por la gente de San Giovanni Rotondo, donde vivía. Se dijo de ella que "ella tenía una gran delicadeza de conciencia".
A medida que se acercaba la Semana Santa, su estado se tornó grave y se convirtió en neumonía.

 Algunos de sus amigos se acercaron al Padre Pío para pedirle ayuda. Pero él respondió: "¿Qué puedo hacer? Soy solo un pobre pecador". Añadió que debían orar y seguir orando para que el Señor no se la lleve. Su familia, parientes, amigos y vecinos oraron, pero parecía que sus súplicas no estaban llegando al cielo. A medida que su condición se volvía cada vez más desesperada, el médico comenzó a temer por su vida. Las medicinas no tuvieron efecto, y ella casi había dejado de comer.

El domingo de Ramos, sus amigos una vez más suplicaron al Padre Pío. Relataron sus temores por el destino de sus cinco hijos si moría. Pero parecía preocupado, como si no estuviera seguro de que la Divina Providencia intervendría. Parecía que él sentía que su destino ya estaba decidido y que no podía cambiarse. Los amigos continuaron insistiendo: "Padre, el médico dice que no hay esperanza".

Finalmente volvió a sí mismo y los miró con serenidad, casi como si hubiera encontrado una solución. Luego les dijo con decisión: "Paolina `resucitará´ con Jesús. Es tan buena persona que el Señor la quiere con Él en el cielo, pero sus hijos la necesitan. Ella debe seguir orando y no tener miedo. Dile que volverá a levantarse con el Señor.

Las palabras del Padre Pío asumieron un significado profético, ya que estaba anunciando un milagro en un momento específico. "El Padre Pío dijo que Paolina se levantará con el Señor", repitió la gente durante la Semana Santa. La noticia circuló por todo San Giovanni e incluso a las ciudades vecinas en la provincia de Puglia, provocando disputas y discusiones. Los enemigos del Padre Pío se rieron y esperaron el día en que se confirmara la estupidez de quienes creían en él. Pero otros estaban seguros de que ella se curaría; sin embargo, se preguntaban si la cura ocurriría en la misa del Sábado Santo o el domingo.
La noche del Viernes Santo, la desventurada mujer siguió pidiéndole a Dios que le permitiera vivir por el bien de sus hijos. Luego, el padre Pío, consciente de sus intensos ruegos y profundamente conmovido, se le apareció en una bilocación. "No temas", le dijo a ella. “No temas, hija de Dios, ten fe y esperanza; En la misa de mañana, cuando suenen las campanas de la iglesia para la resurrección de Cristo, serás curada ".

La pobre mujer oró toda la noche, junto con sus amigos, vecinos y familiares. Ya habían preparado el ataúd, como era la costumbre en el área, ya que solo un milagro podría salvar su vida. No había nada que los médicos pudieran hacer por ella, porque la ciencia era impotente para restaurar la salud de alguien que estaba más muerto que vivo. El padre Pío, sin embargo, insistió en que debían continuar orando al Señor por su curación. Pero más tarde esa noche ella entró en estado de coma, y los miembros de la Tercera Orden prepararon su mortaja franciscana, para vestirla tan pronto como ella muriera.
Temprano en la mañana del sábado santo, una de sus parientes, con dos de los hijos de Paolina, fue al monasterio para rogar una vez más al Padre Pio, que era su última esperanza. Ante las lágrimas desenfrenadas, especialmente de los pequeños, no pudo resistir su petición y redobló sus oraciones. “Padre celestial, por favor, concede que el sacrificio de la misa renueve la vida y la salud de tu hija. En su bondad, ella está lista para estar contigo, pero permítale que permanezca aquí en la tierra por el bien de sus cinco hijos pequeños ”. Abrazó a los dos niños que estaban presentes. Estaba desconsolado por su inocente sufrimiento. Mientras tanto, se le pasó una nota que indicaba que el párroco había llegado a la casa de los Preziosi para administrar los últimos ritos de la Iglesia. A medida que avanzaba la mañana, recibió más actualizaciones: ella no reconoce a nadie; esta prácticamente muerta.

Después de escuchar las confesiones, el padre Pío se puso sus vestiduras sacerdotales. Se acercó al altar y comenzó la misa de Pascua para el sábado en la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de Gracia. Todos los ojos estaban sobre él. "Está triste", dijeron algunos. "Ha estado llorando", dijeron otros. 
"Nunca lo había visto tan abatido". Pero en la Gloria, todos lo vieron transfigurado, mientras grandes lágrimas caían de sus ojos. Al mismo tiempo, las campanas de la iglesia, que habían estado en silencio toda la semana, ¡anunciaron la resurrección de Cristo, enviando sus hosannas al Señor! ¡Gloria a Dios que ha resucitado!

Al sonido de las campanas, Paolina Preziosi, como impulsada por una fuerza sobrehumana, se levantó de su cama. Ella dirigió a Dios y al Padre Pío oraciones de alabanza, agradecimiento y gratitud. 
La gente salió corriendo, gritando "¡Milagro! ¡Paolina está curada! "Las noticias resonaron en todas partes, incluso llegando a los que asistían a la misa." El milagro sucedió ", se susurraron entre ellos, mientras las lágrimas corrían por sus rostros. Al final de la ceremonia, tantas personas se lanzaron a la sacristía para ver al Padre Pío que los carabineros tuvieron que intervenir para frenar el entusiasmo de la multitud.

Luego, alguien le comentó que tal vez Dios quería que esta mujer estuviera con Él, pero ahora ella ha regresado a la tierra. El Padre Pío respondió: "¡También es hermoso ser exiliado del Paraíso por amor!"Esta madre de muchos hijos había obtenido la gracia de la Madre de Dios. El Padre Pío había orado a Jesús y a San José, pero de manera especial a la Santísima Virgen. Ciertamente, la frase escrita en la entrada de una de las celdas de su monasterio debe haber llegado a su mente: "María es la razón completa de mi esperanza" (María y tutta la ragione della mia speranza).

viernes, 12 de febrero de 2021

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2021


 
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2021
 
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
 
Queridos hermanos y hermanas:
Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.
En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino   
La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.
Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.
La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).
Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual. 

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.
 
Francisco

 

miércoles, 3 de febrero de 2021

Esta oración del Padre Pío podrá ayudarte en tu depresión o tristeza

 


“Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi luz, y sin ti, estoy en tinieblas”, versa la oración escrita por San Pío de Pietrelcina y que es recomendada por el sitio web de



la Diócesis de Celaya (México) para las personas que sufren de depresión o enfrentan una profunda tristeza.


El artículo señala que el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) "incluye definiciones clínicas para la depresión”, pero también se puede recurrir “a la explicación sobre la oscuridad espiritual que San Juan de la Cruz escribe en 'Noche oscura del alma'”.


“Sea cual sea la manera en que hayas llegado a un estado depresivo, fuera cual fuera la historia que te llevó allí, la clave en esos momentos oscuros es extender la mano, buscar el contacto” con Dios, describe el texto.


El autor indicó que “el estado de oscuridad y depresión no es un vacío. Es un espacio lleno de conocimiento ante el que estamos momentáneamente cegados”.


"Cuando intentamos alcanzarlo solos, a menudo estamos demasiado exhaustos como para seguir profundizando y, así, sucumbimos a las oleadas de desesperación”, agregó.


“Aunque nos hayan enseñado que perder la esperanza es volver la espalda a Dios —lo cual es pecado—, hay otro elemento de la desesperación que a veces se pasa por alto. Deriva de la Regla de San Benito: ‘Que en todo sea Dios glorificado’”.


El autor relató que en una confesión, “estando yo en una época de depresión, el sacerdote me dio una penitencia muy concreta. Debía leer sobre Jesús caminando sobre el mar tempestuoso, y sobre el miedo de Pedro en Mateo 14,30-31. Luego había de reflexionar, específicamente, sobre el momento en que Pedro desespera y busca la ayuda de Nuestro Señor, ese segundo justo antes de que Jesús le sostuviera su mano”.


“Fue un momento oscuro lleno de duda para Pedro, cuya fe había flaqueado. También fue una respuesta intuitiva para una persona que se ahoga físicamente: extender la mano”, señaló.


Explicó que esta es “una metáfora para extender la mano hacia Cristo psicológicamente y espiritualmente. Me sorprendió lo rápido que el instinto de sobrevivir espiritualmente se emparejó al deseo de vivir físicamente cuando se está agotado y en aguas profundas”.


Por ello, "con la tranquilidad de saber que el Señor ha cogido mi mano y que no me ahogaré, a menudo leo esta oración, a veces incluso tres veces entera”:


Quédate conmigo, Señor, porque es necesario que

estés presente para que no te olvide. Ya sabes lo fácil que te abandono.

Quédate conmigo, Señor, porque soy débil

y necesito tu fuerza para no caer tan a menudo.

Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi vida,

y sin ti, no tengo fervor.

Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi luz,

y sin ti, estoy en tinieblas.

Quédate conmigo, Señor, para que escuche tu voz

y te siga.

Quédate conmigo, Señor, porque deseo amarte

mucho y estar siempre en tu compañía.

Quédate conmigo, Señor, si deseas que te sea fiel.

Quédate conmigo, Señor, porque por pobre que sea mi alma

quiero que sea un lugar de consuelo para Ti, un nido de amor.


San Pío de Pietrelcina, Rezo para después de la Comunión.

Misal Febrero 2021

martes, 2 de febrero de 2021

La receta «irresistible» del Padre Pío para un matrimonio feliz


Giovanni y Paola llevan casados sesenta años y no dudan en dar testimonio a su alrededor de que su pareja dura gracias a esta “receta” del Padre Pío


Padre Pío tenía un ritual cotidiano: cada día, recitaba el pequeño rosario al Sagrado Corazón de Jesús, una oración para la intención de todos quienes se encomendaban a sus oraciones. Y eran muchos los que le pedían su intercesión por una causa difícil. Entre ellos, Giovanni y Paola Siena, una pareja italiana a la que el místico de Pietrelcina había “prometido” nueve hijos…


Todo comenzó en la década de 1920 en San Giovanni Rotondo, donde vivía el Padre Pío. Giovanni Siena conoció por primera vez al místico capuchino durante su primera comunión en 1928. Tenía 8 años por entonces. Tras haber trabajado en las minas, luego como docente y periodista, terminó por unirse al equipo de la clínica para personas necesitadas fundada por el Padre Pío, la Casa Sollievo della Sofferenza, donde se cruzó de nuevo con el padre capuchino.


En ese mismo momento, su futura esposa Paola, una joven de 21 años, hacía visitas regularmente al místico. Como ella misma atestiguaría más tarde, fue gracias a la intercesión del Padre Pío que resultó milagrosamente sanada de su depresión y de graves problemas pulmonares.


«Un buen joven»

Como Paola residía también en San Giovanni Rotondo, veía con frecuencia al místico. Convencida de que su vocación se encontraba en el matrimonio, la joven pidió consejo un día al Padre Pío: “Pero ¿cuál es tu deseo profundo?”, le preguntó el capuchino. Paola le respondió que quería fundar una familia, que le encantaban los niños y que soñaba con tener los suyos propios. “Entonces, recemos para que Dios te permita conocer a un buen joven”, concluyó el místico, y le dio algunos consejos: confesarse regularmente y comulgar todos los días.


Algún tiempo después, Paola descubrió que un tal Giovanni tenía mucho interés en ella. Se lo encontraba de vez en cuando en el entorno del futuro santo. Cuando convinieron prometerse al cabo de unos meses, decidieron rezar juntos diariamente y confiar a Dios su futuro matrimonio.


El 27 de agosto de 1950, durante una misa celebrada a las 5 de la mañana, el religioso les dio el sacramento del matrimonio. Emocionado, Pío repitió al final de la ceremonia este anhelo: “¡Sed felices, sed felices, sed felices!”.


La receta del Padre Pío

Cuando llevaban casados solamente algunos meses, Paola y Giovanni descubrieron que no podían tener hijos: Paola padecía infertilidad. El Padre Pío, que seguía acompañando a la pareja, les prometió rezar todos los días el pequeño rosario al “Sagrado Corazón de Jesús” y le dijo a Giovanni que lo contara en su libro Il mio amico Padre Pio: “Ya verás, tendrás tantos hijos como hay coros de ángeles”.


Con sorprendente rapidez, una pequeña les nació el 24 de julio de 1951. Sin embargo, cayó gravemente enferma y, según los médicos, no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. La desesperada pareja pidió entonces al Padre Pío que rezara por su hija a punto de morir. Él les tranquilizó en seguida: su hija no moriría y viviría mucho tiempo. Y la niña sanó.


Después de este “milagro”, Giovanni y Paola permanecerían aún más cercanos al místico, hasta su muerte en 1968.


Se confesaban con él, rezaban con él y le pedían regularmente consejo en relación al matrimonio, a la educación de sus nueve hijos y a las preocupaciones cotidianas.


Paola dijo un día: “Después de sesenta años de matrimonio, puedo decir que la receta del Padre Pío, esta oración al ‘Sagrado Corazón de Jesús’, funciona. Giovanni y yo nos queremos como el primer día”.

domingo, 17 de enero de 2021

Las 15 frases más emblemáticas del Padre Pío


El Padre Pío será recordado durante mucho tiempo por sus innumerables enseñanzas espirituales y que se plasmaron en decenas de frases emblemáticas a lo largo de su vida. Aquí se puede leer 15 ellas gracias a la selección del National Catholic Register.


1. La sociedad de hoy no reza, por eso se está desmoronando.

2. La oración es la mejor arma que poseemos, la llave que abre el corazón de Dios.

3. Ora, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Nuestro Señor misericordioso escuchará tu oración.

4. Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa.

5. Mil años de disfrutar de la gloria humana no valen ni una hora en dulce comunión con Jesús en el Santísimo Sacramento.

6. En la vida espiritual, el que no avanza retrocede. Sucede como con un barco que siempre debe seguir adelante. Si se detiene, el viento lo devolverá.

7. Debes hablar a Jesús también con el corazón, además de los labios; de hecho, en ciertos casos debes hablar con Él solo con el corazón.

8. Siempre debemos tener coraje, y si nos llega alguna languidez espiritual, corramos a los pies de Jesús en el Santísimo Sacramento y ubiquémonos en medio de los perfumes celestiales, y sin duda recuperaremos nuestra fuerza.

9. ¿Hace algún tiempo que no amas al Señor? ¿No lo amas ahora? ¿No anhelas amarlo para siempre? Por lo tanto, ¡no temas! Aún admitiendo que has cometido todos los pecados de este mundo, Jesús te repite: “¡Muchos pecados te son perdonados porque has amado mucho!”.

10. No te preocupes por las cosas que generan preocupación, desorden y ansiedad. Una sola cosa es necesaria: Elevar tu espíritu y amar a Dios.

11. Donde no hay obediencia, no hay virtud; no hay bondad ni amor. Y donde no hay amor, no hay Dios. Sin Dios, no podemos alcanzar el Cielo. Estas virtudes forman una escalera; si falta un paso, nos caemos.

12. Los mejores medios para protegerte de la tentación son los siguientes: cuida tus sentidos para salvarlos de la tentación peligrosa, evita la vanidad, no dejes que tu corazón se exalte, convéncete del mal de la complacencia, huye del odio, reza cuando sea posible. Si el alma supiera el mérito que uno adquiere en las tentaciones sufridas en la paciencia y conquistado, estaría tentado a decir: Señor, envíame tentaciones.

13. Es necesario proteger todos tus sentidos, especialmente tus ojos: son los medios por los cuales toda la fascinación y el encanto de la belleza y la voluptuosidad entran en el corazón. Cuando la moda, como en nuestro tiempo, es hacia la provocación y expone lo que antes era incorrecto pensar, se debe tener precaución y autocontrol. Siempre que sea necesario, debes mirar sin ver y ver sin pensarlo.

14. Debes recordar que tienes en el Cielo no solo un Padre sino también una Madre. Entonces recurramos a María. Ella es toda dulzura, misericordia, bondad y amor para nosotros porque es nuestra Madre.

15. El amor y el miedo deben ir unidos, el miedo sin amor se convierte en cobardía. El amor sin miedo se convierte en presunción. Cuando hay amor sin miedo, el amor corre sin prudencia y sin restricción, sin preocuparse por dónde va. 


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