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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Jesús niño te inspire


Jesús niño te inspire cada día más amor al sufrimiento y más desprecio al mundo; su estrella ilumine cada vez más tu mente; y su amor transforme tu corazón y lo haga más digno de sus divinas complacencias.
Con estos deseos muy sinceros, que, en estos días, repetidamente, voy presentando ante Jesús niño en tu favor, comienzo mi respuesta a tu última carta, que me llegó en su momento. Quiera Jesús escucharlos todos.
Me alegro del modo de actuar de la gracia en ti; y, al mismo tiempo que me congratulo contigo, me uno también a ti al bendecir a la piedad divina por tanta predilección como te manifiesta. Por tanto, ensancha tu corazón y deja que el Señor obre libremente. Abre tu alma al sol divino y busca que sus rayos benéficos disipen de ella las tinieblas con las que el enemigo con frecuencia la va obscureciendo.
Te recomiendo la obediencia sin razonamientos a quien ocupa el lugar de Dios. El alma obediente – dice el Espíritu Santo – cantará victoria ante Dios. Tente siempre por un absoluto nada ante el Señor. Y ten siempre gran estima de todos, y de modo especial de aquellos que aman a Dios más que tú; y alégrate de esto, pues, el amor que tú no has sido capaz de ofrecer a Dios, le viene dado por otras almas más queridas y más fieles a él.
 (Sin fecha, a María Gargani – Ep. III, p. 388)

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El anhelo de estar en la paz eterna


El anhelo de estar en la paz eterna es bueno, es santo; pero es necesario moderarlo con la completa resignación a la voluntad de Dios. Es mejor realizar el querer de Dios en la tierra que gozar en el cielo. Sufrir y no morir, era el deseo de santa Teresa. Es dulce el purgatorio cuando se sufre por amor de Dios.
Las pruebas, a las que Dios os somete y os someterá, son todas ellas señales de la predilección divina y joyas para el alma. Pasará, queridas mías, el invierno y llegará la interminable primavera, tanto más rica de bellezas cuanto más duras hayan sido las tempestades. La oscuridad que estáis experimentando es señal de la cercanía de Dios a vuestras almas.
 (11 de diciembre de 1916, a las hermanas Ventrella – Ep. III, p. 548)

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