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lunes, 31 de diciembre de 2018

Cuando el Niño Jesús se apareció milagrosamente a Padre Pío por Navidad



Testigos atestiguan haber tenido una visión del Niño en los brazos del santo de Pietrelcina

Según el sacerdote capuchino fray Joseph Mary Elder: “En su hogar en Pietrelcina, preparaba el Belén él mismo. A menudo empezaba a trabajar en él ya en octubre. Mientras sacaba a pastar el rebaño familiar con unos amigos, buscaba arcilla para moldear las estatuillas de los pastores, las ovejas y los Reyes Magos. Ponía un cuidado especial en la creación del niño Jesús, al que reconstruía una y otra vez incesantemente hasta que sentía que le había quedado perfecto”.

Esta devoción le acompañó durante toda su vida. En una carta a su hija espiritual, escribió: “Al comenzar la santa novena en honor del santo Niño Jesús, mi espíritu se ha sentido como renacer a una vida nueva; el corazón se siente demasiado pequeño para contener los bienes del cielo”.

La misa de Medianoche en concreto era una celebración llena de dicha para el Padre Pío, quien la celebraba todos los años dedicando muchas horas para oficiar cuidadosamente la Santa Misa. Su alma se elevaba hacia Dios con enorme alegría, una felicidad que era fácilmente visible para los demás.


Además, los testigos han relatado que pudieron ver al Padre Pío sosteniendo en brazos al Bebé Jesús. Y no era una estatua de porcelana, sino el mismísimo Niño Jesús en una visión milagrosa.

Renzo Allegri cuenta la siguiente historia:

Estábamos recitando el rosario mientras esperábamos la misa. El Padre Pío estaba rezando con nosotros. De repente, en un aura de luz, vi al Niño Jesús aparecer en sus brazos. El Padre Pío se transfiguró, con los ojos contemplando al niño resplandeciente en sus brazos, su rostro transformado por una sonrisa de asombro. Cuando la visión desapareció, el Padre Pío se dio cuenta, por la forma en que lo miraba, de que yo lo había visto todo. Sin embargo, se acercó a mí y me dijo que no se lo mencionara a nadie.

El padre Raffaele da Sant’Elia, que vivió junto al Padre Pío durante muchos años, contó una historia similar:

Me había levantado para ir a la iglesia a la Misa de Medianoche en el año de 1924. El pasillo era enorme y oscuro, y la única iluminación era la llama de una pequeña lámpara de aceite. A través de las sombras pude ver que el Padre Pío también iba camino de la iglesia. Había salido su habitación y caminaba lentamente a lo largo del corredor. Me di cuenta de que estaba envuelto en una banda de luz. Busqué una mejor vista y vi que tenía al Niño Jesús en sus brazos. Y yo me quedé allí, absorto, en la puerta de mi habitación, y caí de rodillas. Padre Pío pasó por mi lado, todo refulgente. Ni siquiera se percató de que yo estaba allí.

Estos sucesos sobrenaturales destacan el profundo y comprometido amor del Padre Pío hacia Dios. Su amor ahondaba más gracias a su sencillez y humildad, con un corazón abierto de par en par a recibir cualquier gracia celestial que Dios tuviera prevista para él.

Que nosotros abramos también nuestros corazones para recibir al Niño Jesús en Navidad y permitamos que el insondable amor de Dios nos inunde de alegría cristiana.

aleteia.org

viernes, 9 de noviembre de 2018

El Padre Pío

Pieltrecina era en 1887 una pequeña aldea próxima a Benevento, en Italia. El trabajo de campo era el único medio de sustento de sus pobres habitantes. Olivos, viñas, trigo, tabaco, eran los cultivos que dominaban.
En una humilde habitación, de los varios "cuartos" separados que conformaban la vivienda de Grazio María Forgione y María Giuseppa De Nuncio, nacía el 25 de mayo el niño Francisco, que llegaría a ser el tan conocido y querido padre capuchino estigmatizado.

Allí pasó los tiempos de su niñez y breve adolescencia. Posteriormente con motivo de misteriosa enfermedad que lo alejó del convento, estuvo en la primera etapa de su vida sacerdotal desde 1910 a 1916.
Desde muy niño expresó a sus padres el deseo de ser fraile capuchino. Su padre no dudó, yéndose a trabajar lejos de su casa para lograr lo necesario para que su hijo pudiese estudiar y llegar al sacerdocio. Su madre, considerada como una mujer de pueblo con rasgos de gran señora, era una frecuentadora de la iglesia del lugar.

"En mi familia - decía el Padre Pío - era difícil hallar diez liras, pero nunca faltó nada". En ese ambiente crecía el niño Francisco. No siempre era de su gusto ir a jugar con los chicos de su edad, justificaba ante su madre: "porque ésos blasfeman", "son libertinos de palabra fácil". Si bien que "era un muchacho como los demás", nunca pronunció malas palabras ni quería oírlas, nos cuenta uno de sus antiguos comentadores 1. Normalmente ejercía como monaguillo, era rezador y bien compuesto; hacía muchas penitencias.
Ya en la escuela, comenzó a sufrir las envidias de algunos compañeritos. Por otro lado, también, a los cinco años comenzaron los éxtasis y las apariciones, fenómenos que ocultó hasta los 28 años, pues los consideraba como una cosa ordinaria que sucedía con todas las personas.

En este ambiente y circunstancias, Francisco, sentía la voz misteriosa del Señor para seguirlo. Sus padres no se opusieron en momento alguno, dieron a Dios la porción que le correspondía. Con la bendición de su madre, a los 16 años, parte para el noviciado: "San Francisco te ha llamado, pues, vete".

El padre Pío cuenta haber "sentido desde los más tiernos años fuerte llamado al estado religioso", que sería una continua batalla, pero que, el mismo Jesucristo, "lo habría de asistir y estar siempre a su lado para ayudarle y premiarle en el Cielo".

Fue así que un 6 de enero de 1903, llamó a las puertas del convento capuchino de Morcone, realiza su ejercicio espiritual y es revestido con el hábito franciscano, cambiando su nombre de bautismo, pasa a llamarse Fray Pío de Pietrelcina. Estaba allí, como novicio, aquel que, deseando ser un perfecto capuchino, llegaría a ser el famoso Padre Pío, conocido en todo el mundo.

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Un llamado a la perfección, el apoyo de su familia
Emprende un camino lleno de pruebas, sufrimientos, persecuciones y gloria. Bien relata que, "al correr de los años había tenido que luchar contra el placer de este mundo que intentaba sofocar la buena semilla de la Divina llamada" 2.

En mayo de 1909, con motivo de misteriosa enfermedad, es trasladado a Pietrelcina con su familia; los médicos decían que tal vez los aires de su pueblo lo curarían. Esta situación de salud se prolongó por casi siete años. Al mismo tiempo sufría tormentos espirituales. El propio demonio quería arrancarlo de las manos de Jesús
.
Le acontecían sucesos de todo tipo, no pocos de característica extraordinaria, "se distinguía de los demás por su modestia, mortificación y gran piedad", siguió allí estudiando para no perder el año, pues tenía un ardiente deseo de ser sacerdote. Así fue, que un 10 de agosto de 1910 es ordenado sacerdote en la catedral de San Benevento.

Después de ordenado, por sus problemas de salud, continuó viviendo con su familia. Su director espiritual relata que, a una pregunta sobre su misteriosa permanencia en este lugar, le respondió: "no puedo revelar la razón por la que el Señor me ha querido en Pietrelcina; faltaría con la caridad...". Misteriosa respuesta aún a ser interpretada.

Entra en un período en el que padece de grandes tormentos diabólicos, decía: "el demonio me quiere para sí a toda costa". Vivir fuera del convento, era para él: "vivir en el destierro del mundo".

Del llamado al sufrimiento
A la etapa del llamado, viene el comienzo de su vida apostólica, ayudando al párroco, pero aun no confesando, hasta que llega el momento de volver al convento - que llamaba uno de los frailes "de la desolación" -, en San Giovanni Rotondo, lugar alejado del pueblo al que pocos llegaban.
Con el correr de los días se fueron aproximando almas deseosas de perfección, otras necesitadas de consejo. habían descubierto la llegada del nuevo fraile. Su consejo era muy claro y simple: comunión y confesión frecuente.

Las visiones celestiales lo acompañaron no mucho después de su noviciado. Él mismo escribía a sus directores espirituales, con toda simplicidad: "Se me ha aparecido Nuestro Señor", "ha venido Jesús y me ha dicho". Tenía el don de leer el interior de las almas, veía lo que sucedía en la consciencia ajena por una clarividencia sobrenatural, motivo por lo cual, las filas de confesión se hicieron enormes, a tal punto que distribuían números para ordenarlas.

No podía faltarle el conocimiento infuso de las lenguas extranjeras, sin estudio alguno que haya hecho. Como el fenómeno místico de la bilocación y el singular del perfume -símbolo del buen olor de la santidad- que emanaba de las llagas de sus manos sangrantes.
Su día a día era un rezar, un leer, y principalmente, estar confesando. En la confesión los penitentes recobraban la paz; sus Misas atraían de tal forma que algunos decían: "quién lo ha visto celebrar una vez, ya nunca se olvidará" 3. Vivía tres amores: La Eucaristía, María Santísima y la Santa Iglesia. Su vida: un reclinatorio, un altar, un confesionario 4. "En los libros buscamos a Dios; en la oración, lo encontramos", afirmaba.

Su misión era la entrega a los demás, la consideraba "su única misión". Su humildad le hacía afirmar: "Reconozco muy bien que no tengo nada que haya sido capaz de atraer las miradas de este dulcísimo Jesús. Sólo su buena voluntad ha colmado mi alma de tantos bienes" 5.

Hacia 1918 el padre Pío camina en el llamado al sufrimiento; precisamente un 5 de agosto de ese año recibe la gracia extraordinaria de la "transverberación", que le producía la pérdida frecuente del sentido. Relata en carta a su director espiritual, que sintió como un personaje, teniendo en su mano un instrumento similar a una flecha, y que de la punta parecía saliese fuego, "arrojaba en toda violencia tal dardo sobre el alma", que se sintió morir. El corazón traspasado, es una herida de amor, una "unión dolorosa".
"Esta gracia santificadora de la transverberación fue como un preludio de la gracia carismática de la estigmatización, que Dios concede en beneficio de los demás".

Así fue, que un 8 de septiembre de 1911, en sus manos, "apareció algo rojo como la figura de un céntimo, acompañado de un fuerte y agudo dolor en el centro de aquel círculo rojizo", "asimismo en la planta de los pies advierto algún dolor" 6. Poco después le desaparecen las señales, pero continúa el dolor en "el corazón, las manos y los pies como si estuvieses traspasados por una espada".
El 20 de septiembre, durante su acción de gracias posterior a la santa Misa, estando en el coro, se le aparece nuevamente el personaje misterioso del 5 de agosto, con las manos, pies y costado sangrantes. Ahí el padre Pío se da cuenta que "sus manos, pies y costado estaban taladrados y manaban sangre" 7. El mismo dice que era tomado por una fuerte aflicción, que experimenta casi todos los días.

Sus estigmas, que sangraban diariamente sin cicatrizar ni causar infección alguna, lo acompañaron durante 50 años.

Maravilloso gemido sale del corazón del Padre Pío pidiendo al Señor que le quite esta aflicción que le causan las señales exteriores de los estigmas. No pide que le retire el dolor, "puesto que lo veo imposible y veo asimismo que deseo embriagarme de dolor, sino estas señales externas (las llagas), que me causan una confusión y humillación indescriptible e insoportable" 8.

La Divina Providencia, nos cuenta el padre De Ripabottoni en uno de los perfiles biográficos más longevos, "no cumplió este ardiente deseo de su predilecto: no retiró de su cuerpo ‘las señales', porque él tenía que servir de señal para los hijos de los hombres que caminan a tientas entre las tinieblas" 9. En el correr de 50 años, soportó con resignación los dolores de sus llagas.

Comenzaba así su caminar, desde el llamado, entrando en el camino del sufrimiento, para lo que podríamos llamar de su entrega generosa, hacia los otros.

La entrega generosa
El padre Pío escondía este don de Dios. No existiendo en esos tiempos los medios electrónicos de comunicación actuales, en que un mini evento llega a cualquier lugar del mundo de forma casi instantánea, la noticia de sus estigmas y de sus virtudes se expandía con rapidez asombrosa. El convento era asechado por gentes que venían, que querían confesarse, que deseaban verlo celebrando Misa.
De todas partes del mundo llegaban pedidos de oración; "con frecuencia agradecimiento por gracias recibidas", por su intercesión, y vean que... ¡estaba vivo!

Miles de comuniones. Llega a confesar, en algunas ocasiones, hasta 16 horas al día. El padre Pío decía que "no tengo libre ni un minuto" (carta 3 de junio de 1919) y empleo mi tiempo en desatar a los hermanos de las cadenas de satanás. Bendito sea Dios". A tal punto que el Provincial de los Capuchinos de aquel tiempo atestigua que: "el Señor ha querido revelar a este su Elegido para el bien de las almas y la gloria de su nombre" 10.

Junto a eso, lamentándose de la falta de un hospital en el lugar, inventó construir la "Catedral de la caridad", la "Casa de Alivio del Sufrimiento". Un 16 de mayo de 1947, coloca la primera piedra. En 1966 llegó a tener 600 camas.

Eran tiempos que podríamos llamar de tranquilidad en su generosa entrega. Pero, como no podía dejar de ser, empiezan las acusaciones injustificables, para no decir difamaciones, hasta las más banales contra el padre Pío y los frailes de su entorno. En esos momentos estaba en el Pontificado el Papa Benedicto XV que lo consideraba como "un hombre extraordinario que Dios envía a la tierra de vez en cuando, para la conversión de los hombres". Y a sus enviados especiales y confidentes informadores les amonesta: "¡Está bien ser cautos; pero está mal mostrarse incrédulos!" 11.

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Después de su generosa entrega... la persecución
La celebridad del padre Pío llegó hasta a los periódicos más famosos de aquel tiempo. Comienzan las envidias, al inicio fueron de cierta parte del clero secular. El Obispo local Mons. Gagliardi (que tiempos antes era acusado de costumbres no muy "santas", acusado de simonía y de costumbres depravadas, hechos confirmados años más tarde durante una visita apostólica 12, llegando a ser destituido), suplicaba a Benedicto XV que "pusiera freno a la idolatría que se comete en el convento por las actuaciones del padre Pío" 13. ¡Nunca lo había visto personalmente! En 1919, comenzó a reunir documentos o testimonios contra el Padre Pío. También de algunos canónigos que tenían una vida poco edificante 14.

Falleciendo este Pontífice en enero de 1922, a los seis meses, el llamado entonces de Santo Oficio emana disposiciones. Podríamos decir que comienza el período - en medio de su generosa entrega a los otros - de persecución, no otra palabra encaja tan perfectamente en estos acontecimientos.
Entra en escena el padre Agostino Gemelli (médico, militante socialista que se convirtió y entró en los franciscanos), que fue quien pesó en las actitudes adoptadas por las autoridades romanas hasta el año 1959. Fue calificado como el "filósofo de la persecución" 15. Afirmaba que los estigmas provenían de "una condición psicopática o eran efecto de una simulación" 16.

Empieza a ser castigado, considerado sospechoso, por una parte, de la Jerarquía Católica. Todo iba en aumento, llegando al extremo de ser impedido de todo contacto con el mundo externo.
Las instrucciones del Santo Oficio, de junio de 1922, le prohibían, por motivo alguno, mostrar las así denominadas llagas, ni hablar de ellas o permitir que se las besen. Le cambian el director espiritual, que era en su momento el P. Benedicto de San Marco in Lamis, con el cual debe interrumpir toda comunicación epistolar. Consideran necesario alejarlo de San Giovanni Rotondo. Le prohíben responder a las cartas que le dirijan personas devotas, ya sea para pedir consejo o dar gracias o por otros motivos.
Mismo así, el acercarse de fieles hacia el "capuchino de los estigmas", sigue aumentando masivamente. El Santo Oficio continúa de ojo atento al fenómeno. En mayo de 1923 declara que, realizada una investigación: "no consta, de la sobrenaturalidad de los hechos, y exhorta a los fieles a conformarse en su modo de proceder con esta declaración".

El 23 de mayo de 1931 el Padre Pío es privado de todas las facultades de su sagrado ministerio, exceptuada la santa Misa, que la podrá celebrar en privado en la capilla interior del convento, ¡sin participación de nadie! En nada disminuyó el entusiasmo de las gentes. El confesionario, que era el lugar donde eran realizados verdaderas conversiones y "milagros", quedaba vedado.
No se le imponía pena canónica alguna. La "investigación" era basada en la opinión infundada del padre Gemelli, y las acusaciones y calumnias del Obispo local...
Ante estas injusticias, al estilo de la más especial persecución, cuando el Padre Pío tomó conocimiento, elevando los ojos al Cielo, exclamó: "Hágase la voluntad de Dios"; cubriéndose la cara con las manos, inclinando la cabeza y no respondió más 17. Obedeció, aceptando todo con humildad y resignación. Aquel fraile estigmatizado, que decía que sólo sabía celebrar misa y confesar, es encerrado en un profundo silencio. Fue un período atribulado de su vida, pero, continuaba obediente y perseverante en la oración. En ese momento decía: "Lloro por las almas que se ven privadas de mi testimonio por quienes deberían defenderlo" 18.

Expresivas son, las palabras del padre De Ripabottoni sobre estos singulares momentos de su vida: "La luz que irradian sus virtudes no queda obscurecida por las nubes con las que se intenta vanamente embrollar su camino y ascensión hacia Dios. Coro, iglesia y celda: esta es su vida" 19.

Este forzado ostracismo terminó un 14 de julio de 1933, el 15 es la noticia en el convento, al día siguiente -fiesta de Nuestra Señora del Carmen-, después de dos años de ausencia, celebra misa en la iglesia del convento ante una multitud de fieles. Lo encontraron irreconocible, envejecido, cabellos encanecidos, hombros cargados, paso incierto. Era un hombre de dolores, no un triunfador 20.

La noticia corre y aumentan la afluencia de fieles, las confesiones y las comuniones. Pero todo lentamente, no era una rehabilitación plena, habrá que esperar varios meses; primero confesar hombres, meses después poder confesar mujeres. Su confesionario era como un enjambre de abejas, siempre rodeado de penitentes a la espera de sus consejos y absolución.
Quien tenía la gracia de aproximarse al padre Pío, quedaba entusiasmado por su persona, y se marchaba aliviado de sus miserias y dolores; era el decir de todos. Sólo en el año 1963 fueron 83.000 mujeres y 20 mil hombres, era una media de penitentes de ¡273 por día!, deseando confesarse con el perseguido...

Los años transcurrieron, pero las calumnias no cesaron. Un 3 de octubre de 1960, un comunicado de prensa del Vaticano origina un estruendo publicitario contra su persona, calificando su accionar apostólico como "una especie de fanatismo deletéreo" 21. Ochocientas noticias en toda Italia. Era la segunda persecución. Entraba en tema ahora, no sólo la persona del Padre Pio sino su proyecto, gestión y finanzas. de la "Casa de alivio del sufrimiento" y las colectas de dinero para su construcción. Una de las noticias lo calificaba como: "El capuchino más rico del mundo".

A pesar de esto, en el año 1962, cincuenta obispos y arzobispos asistentes al Concilio fueron a San Giovanni Rotondo, y miles de sacerdotes.
El 30 de enero de 1964 fue su "liberación". A través del cardenal Ottaviani fue indicado que: "el padre Pío ejerciera su ministerio con plena libertad".

El camino hacia la gloria, a una presencia viva y activa
Después de la tribulación de la persecución entró en nuevo período marcado por muchos sufrimientos desgarradores: "Padezco mucho, pero doy gracias a Dios como siempre" 22. Las cartas al padre Pío aumentaban. También. las peregrinaciones, para pedir más y más, siempre deseosos de verlo, agolpándose su alrededor, queriendo tocarle al menos el hábito, cuando no sus manos llagadas. Él mismo reprendía a los indisciplinados, que nunca faltan, en medio de los tumultos.
El 20 de septiembre de l968 era el 50º aniversario de las llagas visibles aparecidas en sus manos, pies y pecho. El escritor francés Pierre Pascal decía, cuando lo visitó: "en la penumbra de la celda, los estigmas de sus manos estaban luminosos" 23. El padre Pío expresaba: "¡Esto se acaba, se acaba!", "ya es hora, que el Señor me llame".

El 21 da la bendición a la muchedumbre presente. Se siente perdido en su humildad, confundido por tantos dones recibidos. Decía a quien estaba a su lado: "tendría que escapar y esconderme, dada esta confusión que experimento" 24.

El domingo 22 había sido el momento establecido para festejar el jubileo, sería una misa solemne, cantada, pero no consiguió hacerlo. Al final sufrió un desmayo. Colocado en silla de ruedas, alejándose, dirigió la mirada a los fieles, tendiendo los brazos como si quisiera abrazarlos, y murmuró un: "Hijos míos, queridos hijos míos". Así fue la última misa del padre Pío 25.
La multitud gritaba entusiasmada: "Viva el P. Pío", "Auguri P. Pío". Pero ya no parecía el mismo, estaba pálido, temblando y sin fuerzas, con sus manos frías. Con dificultad podía levantar la mano derecha para bendecir.

Triste relato de ese día trasmite el padre Guardián: "la ventana de la celda del P. Pío se cerró definitivamente para siempre, encerrando tras de sí el recuerdo de un hombre al que todos los que se le acercaron habían aprendido a llamar "¡Padre!" 26.

"Sólo me falta el sepulcro. Casi estoy más dentro que fuera de él". A las dos y treinta de la madrugada, del 23 de septiembre de ese 1968, administrado el sacramento de los enfermos, voló al Cielo, con las cuentas del rosario entre los dedos, y con "¡Jesús!... ¡María!", entre los labios. Tenía 81 años.
Una inmensa oleada de gente aguardaba impaciente el deseo de acercarse al ataúd, para ver, tocar y besar los venerables restos, nos cuentan las crónicas del convento. No era el funeral, sino el triunfo del padre Pío, la gloria.

Su presencia está siempre viva y activa, afirma el padre De Ripabottoni 27. El 16 de junio del 2002 fue canonizado por San Juan Pablo II ante una multitudinaria, nunca vista, presencia de fieles.


Por el P. Fernando Gioia, EP

reflexionando.org
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Notas
1 DE RIPABOTTONI, Padre Alejandro. "Padre Pío de Pietrelcina", p. 16. P. Edizione Padre Pio, 2018. San Giovanni Rotondo.
2 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 41.
3 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 89.
4 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 172.
5 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 124.
6 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 72.
7 Carta del 22 de octubre al padre Benedetto, Epistolario, T. I., p. 1092.
8 DE RIPABOTTON. Ídem, p. 77.
9 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 77.
10 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 80.
11 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 81.
12 CHIRON, Yves. "El Padre Pío. El capuchino de los estigmas", pp. 146-147. Editorial Palabra, 2014.
13 CHIRON. Ídem, p, 147.
14 CHIRON. Ídem, p. 147.
15 Expresión de Francobaldo Chiocci y Luciano Ciri en "Padre Pío, soria d'una vittima". Vol. I, Ch. XIX.
16 CHIRON. Ídem, p. 154.
17 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 90.
18 BRUNATTO, Emmanuele. "Padre Pío", pp. 7-8. Ginebra, 1963.
19 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 85.
20 CHIRON. Ídem, p. 221.
21CHIRON. Ídem, p. 309.
22 DE RIPABOTTON. Ídem, p. 160.
23 CHIRON. Ídem, p. 350.
24 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 163.
25 BONIFACE, Ennemond. "Padre Pio le Crucifié, NEL, 1971, PP. 176-177.
26 DE RIPABOTTON. Ídem, p. 165.
27 DE RIPABOTTONI. Ídem, p. 171.

domingo, 3 de junio de 2018

El padre del Padre Pío


El santo místico no habría entrado en la vida religiosa si su padre no hubiera ganado dinero extra en EE.UU. y Argentina

Padre Pío nació en una pobre familia campesina en el pueblo de Pietrelcina, Italia. Tenían poco dinero, y sus padres no sabían leer ni escribir. Y sin embargo, los padres del pequeño Francesco (el nombre de nacimiento de padre Pío) tenían grandes esperanzas de que su hijo pudiera seguir un día su llamada al sacerdocio.

De joven, el muchacho relató a sus padres el deseo de ser religioso, y ellos pidieron a la comunidad local de frailes capuchinos que le aceptaran. En ese momento, el pequeño Francesco había realizado solo tres años de escuela, y los frailes le dijeron que necesitaba más si quería ser admitido.

Convencido de que su hijo estaba destinado a ser sacerdote, el padre, Grazio, convirtió en prioridad el ganar el dinero necesario para dar a su hijo una educación adecuada. En lugar de buscar trabajo en los alrededores, Grazio viajó a la “Tierra de las Oportunidades”, los Estados Unidos de América.

Grazio trabajo como obrero en 1898 en Long Island, y en Flushing (Nueva York). Después, en 1910, emigró a la Argentina. Con su trabajo, logró enviar suficiente dinero a casa para pagar a un profesor individual para su hijo, el cual, en 1903, a los 15 años, pudo entrar en el noviciado capuchino, y comenzar así su camino hacia el sacerdocio.

Según cuenta un pariente de la familia, “Cuando [Grazio] volvió a Pietrelcina, la gente le preguntaría, ‘¿dónde encontraste trabajo, dónde estuviste?’ En un pequeño enclave italiano allí en Flushing”. Esta es la razón de que algunos parientes del Padre Pío se trasladaran a Nueva York, creando una relación única entre el popular santo italiano y los Estados Unidos.

En resumen, que uno de los Santos más populares de todos los tiempos pudo ser sacerdote gracias a que su padre fue inmigrante.

martes, 29 de mayo de 2018

La oración preferida del Padre Pío


Normalmente, cuando alguien nos pide que recemos por una intención específica, tenemos nuestra oración de “cabecera”. Puede ser el Rosario, un Padre Nuestro, o simplemente un sincero ruego a Dios.

San Pío de Pietrelcina (más comúnmente conocido como “Padre” Pío) tuvo su oración favorita que oró por todos los que pidieron sus oraciones. Cada día muchas personas, ya sea en persona o por carta, le pedían al Padre Pío que orara por una intención específica y muchas veces esta intención fue milagrosamente respondida por Dios.

A continuación se encuentra la oración que el Padre Pío rezaba cada vez que quería interceder por alguien. En realidad, es una oración compuesta por Santa Margarita María Alacoque y comúnmente se llama la “Novena Eficaz del Sagrado Corazón de Jesús”. Ella era una santa que vivió en el siglo XVII y durante su vida recibió múltiples visiones de Jesús.

Muchos creen que esta es una oración poderosa porque llama al corazón de Jesús a tener misericordia de nosotros y de nuestras peticiones. El corazón de Jesús está lleno de amor y compasión y esta oración confía en ese amor, creyendo que él es lo suficientemente tierno como para dar generosamente nuestra petición, si es en su santa voluntad.

Por encima de todo, se debe orar con una fe sincera, como el Padre Pío la habría rezado, y no como una fórmula mágica. Dios no es un genio que nos otorga el deseo que pedimos, sino que responde con amor a un niño que pide algo, sabiendo exactamente lo que necesitamos.

I.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá!”.
He aquí que, confiando en tus santas palabra, yo llamo, busco, y pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío en Ti.
II.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra pero mis palabras jamás pasarán”
He ahí que yo, confiando en lo infalible de tus santas palabras pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
III.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, se les concederá”.
He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia…….
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, el cual es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre, San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros. Amén.

miércoles, 9 de mayo de 2018

4 oraciones a Padre Pío para pedir por una causa urgente


Si tienes una urgencia, no lo dudes...¡Funciona!

Cada vez que un fiel se acercaba a Padre Pío para pedir ayuda y consejos espirituales por alguna necesidad o urgencia por la que estaban pasando él siempre les repetía sin descanso: “Tengamos la firme esperanza de ser escuchados, confiados en la promesa que nos hace el Divino Maestro: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá… Porque todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os será dado”

Si tienes una urgencia, no lo dudes, llénate de esperanza y pide a nuestro Señor por intercesión de Padre Pío rezando una de estas tres oraciones:

Oración al Padre Pio para pedir su intercesión

Oh Dios,
que a San Pío de Pietrelcina,
sacerdote capuchino,
le has concedido
el insigne privilegio
de participar, de modo admirable,
de la pasión de tu Hijo:
concédeme,
por su intercesión,
La gracia de(……)
que ardientemente deseo
y otórgame, sobre todo,
que yo me conforme
a la muerte de Jesús
para alcanzar después
la gloria de la resurrección.

Gloria al Padre….. (3 veces)


Oración para pedir la glorificación

Oh Jesús, lleno de gracia y de caridad y víctima por los pecadores, que, impulsado por el amor a nuestras almas, quisiste morir crucificado, te ruego humildemente glorificar, también sobre esta tierra, el Siervo de Dios, Padre Pío de Pietrelcina, que en la participación generosa a tus sufrimientos, tanto te amó y tanto se prodigó por la gloria del Eterno Padre
y por el bien de las almas !

Te suplico, oh Jesús, que me concedas,
por su intercesión, la gracia (…) que
ardientemente deseo.

Recitar tres Glorias

Oración para pedir humildad

Padre Pío,
tú viviste en el siglo del orgullo,
y fuiste humilde.

Padre Pío,
tú pasaste entre nosotros en la época
de las riquezas soñadas, jugadas y adoradas,
y permaneciste pobre.

Padre Pío,
junto a ti ninguno oía la Voz,
y tú hablabas con Dios.
Cerca de ti ninguno veía la Luz,
y tú veías a Dios.

Padre Pío,
mientras nosotros corríamos afanosos,
tú te quedabas de rodillas
y veías el Amor de Dios clavado a un Madero,
herido en las manos, en los pies y en el corazón,
para siempre!

Padre Pío,
ayúdanos a llorar delante de la Cruz,
ayúdanos a creer delante del Amor,
ayúdanos a sentir la Misa como llanto de Dios,
ayúdanos a buscar el perdón como abrazo de paz,
ayúdanos a ser cristianos con las heridas
que derraman sangre de caridad fiel y silenciosa,
como las heridas de Dios!
Amén.

Plegaria del Padre Pío para después de la comunión

Has venido a visitarme,
como Padre y como Amigo.
Jesús, no me dejes solo.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Por el mundo envuelto en sombras
voy errante peregrino.
Dame tu luz y tu gracia.
¡Quédate, Señor, conmigo!

En este precioso instante
abrazado estoy contigo.
Que esta unión nunca me falte.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Acompáñame en la vida.
Tu presencia necesito.
Sin Ti desfallezco y caigo.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Declinando está la tarde.
Voy corriendo como un río
al hondo mar de la muerte.
¡Quédate, Señor, conmigo!

En la pena y en el gozo
sé mi aliento mientras vivo,
hasta que muera en tus brazos.
¡Quédate, Señor, conmigo!

martes, 20 de marzo de 2018

Discurso del Papa Francisco en Pietrelcina



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Estoy feliz de estar en este país, donde nació Francesco Forgione y donde comenzó su larga y fructífera aventura humana y espiritual. En esta comunidad forjó su humanidad, aprendió a orar y a reconocer en los pobres la carne del Señor, hasta que creció en el seguimiento de Cristo y pidió ser admitido en los Frailes Menores Capuchinos, convirtiéndose así en Hermano Pio de Pietrelcina. Aquí comenzó a experimentar la maternidad de la Iglesia, de la que siempre fue un hijo devoto. Amaba a la Iglesia, amaba a la Iglesia con todos sus problemas, con todas sus desgracias, con todos nuestros pecados. Debido a que todos somos pecadores, nos avergonzamos de ello, pero el Espíritu de Dios nos ha llamado a esta Iglesia que es santa. Y él amaba a la Iglesia santa y a sus hijos pecadores, a todos ellos. Ese fue San Pío. Aquí él medita intensamente el misterio de Dios que nos ha amado hasta darse Él mismo por nosotros (Gal 2,20). Recordando con estima y afecto a este santo discípulo de San Francisco, os saludo cordialmente a vosotros que sois de la misma región que él, a vuestro párroco y al alcalde, lo mismo que al Pastor de la diócesis, Mon. Felice Accrocca, a la comunidad de Capuchinos y a vosotros todos los que habéis querido estar aquí presentes.

Nos encontramos hoy en la misma tierra donde el Padre Pío se hospedó en septiembre de 1911 para “respirar un poco de aire más saludable”. En esa época no había antibióticos y las enfermedades se curaban volviendo al país natal, la de la “mamá”, comer cosas que son buenas, respirar bien y rezar. Así es como lo hizo, como todos los demás, como un campesino. Fue su nobleza. Nunca renegó de su aldea, nunca renunció a sus orígenes, nunca renegó de su familia. En esa época, vivía en su pueblo natal por razones de salud. No fue un momento fácil para él: estaba profundamente atormentado internamente y temía caer en el pecado, sintiéndose asaltado por el demonio. Y eso no da paz, porque se mueve. Pero, vosotros ¿Creeis que el diablo existe? … ¿no estáis muy convencidos? Le diré al obispo que haga catequesis … ¿Existe o no el diablo? [Ellos responden, “¡Sí! “]. Y él va, va por todas partes, se mete en nosotros, nos mueve, nos atormenta, nos engaña. Y él [Padre Pio] tenía miedo de que el demonio lo atacara, empujándolo al pecado. Con algunos podía hablar tanto por correspondencia como en el pueblo: al único Arcipreste Don Salvadore Pannullo, le manifiesta “prácticamente todo” su “preocupación por obtener  aclaraciones”  (Carta 57, en Epistolario I, P. 250), porque él no entendía, quería aclarar lo que estaba sucediendo en su alma. ¡Era un buen chico!

En esos momentos terribles, el Padre Pio, sacó la fuerza vital en la oración continua y la confianza que depositaba en el Señor: “Todos los malos fantasías – dijo – que el diablo metió por la cabeza desaparece tan pronto como, con confianza, me abandono en los brazos de Jesús “. ¡Hay toda la teología! Tienes un problema, estás triste, estás enfermo: déjate en los brazos de Jesús. Eso es lo que hizo. Él amaba a Jesús y él confiaba en él. Así escribió al Ministro provincial, asegurándole que su corazón se sentía “atraído por una fuerza superior antes de unirse con él por la mañana en la Santa Cena”. “Y este hambre y sed en lugar de apaciguarse”, después de recibirlo “aumentó más y más” ( Carta 31, en Epistolario) I, p. 217). Por lo tanto, el Padre Pío se sumió en la oración para adherirse cada vez más a los planes de Dios. A través de la celebración de la Santa Misa, que fue el corazón de cada uno de sus días y la plenitud de su espiritualidad, alcanzó un alto nivel de unión con el Señor. Durante este período, recibió de lo alto dones especiales místicos, que precedieron a las manifestaciones de los signos de la pasión de Cristo en su carne.

Queridos hermanos y hermanas de Pietrelcina y la diócesis de Benevento, vosotros contáis con el Padre Pío entre las figuras más bellas y luminosas de vuestro pueblo. Este humilde fraile capuchino asombró al mundo con su vida dedicada a la oración y la paciente escucha de sus hermanos, sobre cuyos sufrimientos derramó el bálsamo de la caridad de Cristo. Al imitar su ejemplo heroico y sus virtudes, pueden convertirse en instrumentos del amor de Dios, del amor de Jesús por los más débiles. Al mismo tiempo, considerando su fidelidad incondicional a la Iglesia, daréis testimonio de la comunión, porque solo la comunión, es decir, estar cada vez más unidos, en paz entre nosotros, en comunión entre nosotros – edifica y construye. Un pueblo que pelea todos los días no crece; asusta a la gente. Es un pueblo enfermo y triste. Por el contrario, un pueblo donde se busca la paz, donde todos se quieren -más o menos, pero se quieren mutuamente-, donde uno no desea hacerse daño, este pueblo, aunque pequeño, crece crece, crece, crece y se vuelve fuerte. Por favor, no perdáis el tiempo, ni la fuerza, discutiendo entre vosotros. No conduce a ninguna parte. ¡No os hace crecer! No os hace avanzar. Pensad en un niño que llora, llora, llora y no quiere moverse de su cuna, llora y llora. Cuando su madre lo pone en el piso, comienza a gatear, llora, llora … y regresa a su cuna. Te pregunto: ¿podrá este niño caminar? No, porque él todavía está en su cuna. Si un aldeano argumenta, discute y argumenta, ¿podrá crecer? No, porque todo el tiempo, toda su fuerza es discutir. Por favor: paz entre vosotros, comunión entre vosotros. Y si es el deseo de uno de vosotros es hablar mal de otro, morderse la lengua. Te hará bien, porque tu lengua se hinchará, pero te hará bien; al pueblo también. Dad este testimonio de comunión.

Espero que esta región tome una nueva vida de las lecciones de la vida del Padre Pío en un momento difícil como el de hoy, donde la población disminuye y envejece gradualmente porque muchos jóvenes se ven obligados a ir a otra parte para buscar trabajo. Migración interna de jóvenes: un problema. Reza a la Santísima Virgen para que te dé la gracia de que los jóvenes encuentren trabajo aquí, entre vosotros, cerca de la familia, y que no se vean obligados a ir a ninguna otra parte, mientras la aldea declina, declina. La población está envejeciendo, pero es un tesoro, ¡lo viejo es un tesoro! Por favor, no margine a las personas mayores. No debemos marginar a los viejos, no. Lo viejo es sabiduría. Que las personas mayores aprenden a hablar con los jóvenes y que los jóvenes aprenden a hablar con los viejos. Ellos tienen la sabiduría de un pueblo, los viejos. Cuando llegué, estaba tan contento de saludar a uno de 99 años y a una “jovencita”  de 97. Espléndido ! ¡Estas son vuestra sabiduría! Habla con ellos que son protagonistas del crecimiento de este pueblo. Que la intercesión de su santo conciudadano sostenga los propósitos de unir las fuerzas, y así ofrecer, ante todo a las generaciones más jóvenes, perspectivas concretas para un futuro de esperanza. Que no falte  una atención solícita y cargada de ternura – como ya he dicho- hacia los ancianos que son patrimonio de nuestras comunidades. Me gustaría que una vez se diera el Premio Nobel a los ancianos que dan una memoria a la humanidad. Que no haya una solicitud atenta y una carga de ternura, como dije, a los ancianos, que son patrimonio de su comunidad. Me gustaría una vez que otorguemos el Premio Nobel a los ancianos que le dan un recuerdo a la humanidad.

Animo a esta tierra a guardar como tesoro precioso al testimonio cristiano y sacerdotal de San Pio de Pietrelcina: que sea para cada uno de vosotros un estímulo a vivir en plenitud su existencia, al estilo de las Bienaventuranzas y por las obras de misericordia. Que la Virgen María, a quien venerais bajo el nombre de Madonna della Libera, os ayude a caminar con alegría por el camino de la santidad. Y por favor, rezad por mí, porque lo necesito. ¡Gracias !

lunes, 19 de marzo de 2018

Homilía del Papa Francisco en su visita a San Giovanni Rotondo

La oración, la pequeñez y la sabiduría son tres legados dejados por el Santo Padre Pío, dice el Papa Francisco, quien observó que al contrario la sociedad contemporánea da pruebas de más “crueldad” que los espartanos, hacia los más pequeños con malformaciones.

Esta es nuestra traducción rápida de trabajo de la homilía pronunciada por el Papa Francisco este sábado por la mañana, 17 de marzo de 2018, en la explanada del nuevo santuario San Giovanni Rotondo, en la región italiana de Puglia, donde presidió la misa, ante unas 40,000 personas.

Con motivo de su peregrinación tras las huellas del Santo Padre Pío, en el 50 º aniversario de su “nacimiento en el cielo” y el 100 º aniversario de la recepción de los estigmas de la pasión de Cristo en su cuerpo, el Papa llegó alrededor de las 8 de la mañana, en helicóptero a Pietrelcina, el lugar de nacimiento del Padre Pío. Se recogió cerca del “olmo de los estigmas”, antes de dirigirse a la población y bendecir a los enfermos.

Seguido el Papa se fue a San Giovanni Rotondo, donde fue recibido por el obispo de Manfredonia, Mons. Michele Castoro, quien dio las gracias al Papa al final de la misa diciendo: “Papa Francisco te queremos mucho”. Invitó a la multitud a decirlo con él, la multitud se levantó para ello. El Papa anticipó su visita porque el obispo está enfermo: se conmovió por evocar su propia vida “marcado por la fragilidad de la enfermedad” y también le agradeció al Papa por eso.

También le agradeció por la visita hecha a los niños enfermos y del testimonio por lo que llamó “la encíclica de los gestos” y por hacer de la Iglesia una “Posada del Buen Samaritano”. Agradeció también su preocupación por los jóvenes, citando el próximo sínodo.

El Papa visitó primero a los pequeños pacientes de la unidad de oncología y hematología del hospital fundado por el Padre Pío, la “Casa de Alivio del Sufrimiento”.

Luego visitó el antiguo santuario de Nuestra Señora de las Gracias donde se encontró con la comunidad de los capuchinos: se recogió frente al crucifijo y luego frente al cuerpo del Padre Pío a quien le ofreció su estola. Él también visitó la celda del santo.

El Papa fue en un papamóvil al nuevo santuario, diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano y decorado con mosaicos por el padre Marko Ivan Rupnik, sj. Y presidió la misa. El Papa regresó al Vaticano en helicóptero alrededor de las 14h.


Homilía del Papa Francisco


Me gustaría recordar tres palabras de las lecturas bíblicas que escuchamos: oración, pequeñez y sabiduría.

Oración: El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que ora. Estas palabras brotan de su corazón: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra …” ( Mt 11, 25). Para Jesús, la oración surgió de manera espontánea, pero no era opcional: solía retirarse a lugares solitarios para orar (cf. Mc 1, 35); el diálogo con el Padre ocupaba el primer lugar . Y así los discípulos descubrieron de forma natural cómo la oración era importante, aunque un día le preguntaron: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11: 1). Si queremos imitar a Jesús, empecemos nosotros también donde comenzó, es decir, por la oración.

Podemos preguntarnos: ¿nosotros los cristianos oramos lo suficiente? A menudo, en el momento de orar, nos vienen muchas escusas a la mente, tantas cosas urgentes que hacer … a veces, dejamos a un lado la oración, porque estamos llenos de un activismo que se convierte poco concluyente, cuando se olvida “la mejor parte” ( Lc 10, 42), cuando olvidamos que sin Él no podemos hacer nada ( Jn 15: 5) – y así dejamos la oración. San Pío nos ayuda, cincuenta años después de su partida al Cielo, porque quería dejarnos un legado de oración. Él recomendaba: “Rezad mucho, hijos míos, orad siempre sin dejarlo nunca” (Palabras en el 2 ºCongreso Internacional de grupos de oración 5 de mayo de 1966).

En el Evangelio, Jesús también nos muestra cómo orar. Él dice ante todo: “Te alabo, Padre”; él no comienza diciendo, “Necesito esto y aquello”, sino diciendo: “Te alabo”. Uno no conoce al Padre sin abrirse a la alabanza, sin dedicarle tiempo solo a Él, sin adorar. ¡Cuánto hemos olvidado la oración de adoración, la oración de alabanza! Debemos recuperarlo. Cada uno se puede preguntar: ¿cómo adoro? ¿Cuándo adoro? ¿Cuándo alabo a Dios? Retomar la oración de adoración y de alabanza. Es el contacto personal, el cara a cara, el hecho de estar en silencio ante el Señor es el secreto para entrar cada vez más en comunión con Él. La oración puede nacer como una petición, incluso una urgencia, pero madura en la alabanza y en la adoración. Una oración madura. Entonces se vuelve verdaderamente personal, como para Jesús que dialoga enseguida libremente con el Padre: “Sí, Padre, porque así lo has querido en tu benevolencia”  (Mt 11,26). Y luego, en un diálogo libre y confiante, la oración se ocupa de toda la vida y la presenta ante Dios.

Y entonces nos preguntamos: ¿nuestras oraciones se parecen a las oraciones de Jesús o se reducen a llamadas de emergencia ocasionales? “Necesito eso”, y entonces voy a orar de inmediato. Y cuando no lo necesitas, ¿qué haces? ¿O los consideramos tranquilizantes para tomar a dosis regulares, para aliviar un poco el estrés? No, la oración es un gesto de amor, es estar con Dios y presentarle la vida del mundo: es una obra de misericordia espiritual indispensable. Y si no confiamos al Señor a nuestros hermanos, las situaciones, ¿quién lo hará? ¿Quién intercederá, quién se tomará la molestia de llamar al corazón de Dios para abrir la puerta de la misericordia a la humanidad necesitada? Por eso el Padre Pio nos dejó los grupos de oración. Él les dijo: “Es la oración, esta fuerza unida de todas las almas  buenas  la que hace mover el mundo, que renueva las conciencias , que cura los enfermos, que santifica el trabajo, que  eleva los cuidados de la salud, que da la fuerza moral, que difunde la sonrisa y la bendición de Dios sobre toda languidez y toda debilidad” (ibid. ). Guardemos estas palabras y preguntemonos de nuevo: ¿oro? Y cuando oro, ¿sé alabar, sé  adorar, se presentar a Dios mi vida y la de todos los hombres?

Segunda palabra: pequeñez. En el Evangelio, Jesús alaba al Padre por haber revelado los misterios de su Reino a los pequeños. ¿Quiénes son estos pequeños que saben cómo acoger los secretos de Dios? Los pequeños son los que tienen grandes necesidades, que no son autosuficientes, que no creen ser suficientes por ellos mismos. Los pequeños son aquellos que tienen un corazón humilde y abierto, pobres y necesitados, que sienten la necesidad de orar, confiar y ser acompañados. El corazón de estos pequeños es como una antena: inmediatamente capta la señal de Dios, se da cuenta de inmediato. Porque Dios busca el contacto con todos, pero el que se hace grande crea una gran interferencia, el deseo de Dios no viene: cuando uno está lleno de sí mismo, cuando no hay lugar para Dios. Por eso prefiere a los pequeños, se revela a ellos, y la forma de encontrarse con él es la de la humillación, de hacerse pequeño en el interior, de reconocerse necesitado. El misterio de Jesucristo es un misterio de pequeñez: es abajarse, aniquilarse. El misterio de Jesús, como vemos en la Hostia en cada Misa, es un misterio de pequeñez, de amor humilde, y uno solo puede comprenderlo haciéndose pequeño y frecuentando a los pequeños.

Y ahora podemos preguntarnos: ¿sabemos cómo buscar a Dios allí donde se encuentra? Aquí hay un santuario especial donde él está presente, porque hay muchos pequeños, sus favoritos. San Pío lo ha llamado el “templo de la oración y la ciencia”, donde todos están llamados a ser “reservas de amor” para los demás (Discurso por el primer aniversario de la inauguración, 5 de mayo de 1957): es la Casa del Alivio del Sufrimiento. En los enfermos, está Jesús, y en el cuidado amoroso de aquellos que se doblegan sobre las heridas de los demás, existe la manera de encontrarse con Jesús. Aquel que se preocupa por los pequeños está del lado de Dios y vence la cultura del rechazo, o que, por el contrario, prefiere a los poderosos y juzga a los pobres inútiles. Quien prefiera a los pequeños proclamará una profecía de la vida contra los profetas de la muerte de todos los tiempos, incluso hoy en día, que rechazan a las personas, rechazan a los niños, a los ancianos, porque son inútiles. Cuando era un niño, en la escuela nos enseñaron la historia de los espartanos. Siempre me ha impresionado lo que nos dijo la maestra: cuando un niño o una niña nacía con malformaciones, lo llevaban a la cima de la montaña y lo arrojaban para que no hubiera estos pequeños. Nosotros, los niños, nos dijimos: “¡Pero qué crueldad!”. Hermanos y hermanas, nosotros hacemos lo mismo, con más crueldad, con más ciencia. Lo que no es útil, lo que no produce debe ser rechazado. Esta es la cultura del rechazo, hoy,  no queremos a los pequeños. Y por eso se le deja a Jesús de lado.

Finalmente, la tercera palabra. En la primera lectura, Dios dice: “Que el sabio no se jacte de su sabiduría, ni el hombre fuerte se jacte de su fuerza” (Jer 9:22). La verdadera sabiduría no radica en tener grandes dones y la verdadera fuerza no está en el poder. El que se muestra fuerte no es sabio, y el que responde al mal con mal no es fuerte. La única arma sabia e invencible es la caridad animada por la fe, porque tiene el poder de desarmar a las fuerzas del mal. San Pio luchó contra el mal toda su vida y luchó sabiamente, como el Señor: por la humildad, por la obediencia, por la cruz, ofreciendo su sufrimiento por amor. Y todos lo admiran; pero pocos hacen lo mismo. Muchos hablan bien, pero ¿cuántos lo imitan? Muchos están dispuestos a poner un “me gusta” en la página de los grandes santos, pero, ¿quién hace como ellos? Porque la vida cristiana no es un “Yo amo”, es un “Me doy a mí mismo”. La vida tiene una fragancia cuando se ofrece como un regalo; se vuelve insípido cuando se guarda para sí mismo.

Y en la primera lectura, Dios también explica dónde extraer la sabiduría de la vida: “Que el que quiera jactarse, que se jacte … de conocerme” (v.23). Conocerlo, es decir, encontrarlo, como Dios que salva y perdona: este es el camino de la sabiduría. En el Evangelio, Jesús reafirma: “Venid a mí todos los que estáis cansados ​​y oprimidos” ( Mt 11:28 ). ¿Quién de nosotros puede sentirse excluido de esta invitación? ¿Quién puede decir “No lo necesito”? San Pío ofreció su vida e innumerables sufrimientos para hacer encontrar al Señor a sus hermanos. Y la forma decisiva de encontrarlo fue la confesión, el sacramento de la reconciliación. Es aquí donde comienza y recomienza de nuevo una vida sabia, amada y perdonada, aquí comienza la curación del corazón. El Padre Pio era un Apóstol del confesionario. Incluso hoy nos invita ahí; y él nos dice: “¿A dónde vas? a Jesús o a tus tristezas? ¿A dónde vuelves? ¿Donde el que te salva o a tus desalientos, tus remordimientos, tus pecados? Ven, ven, el Señor te está esperando. Ánimo, no hay motivos tan graves que te excluyan de su misericordia”.

Los grupos de oración, los enfermos de la Casa Sollievo, el confesionario; tres signos visibles que nos recuerdan tres preciosos legados: la oración, la pequeñez y la sabiduría de la vida. Pidamos la gracia de cultivarlos todos los días.

jueves, 1 de marzo de 2018

7 consejos espirituales para el alma de Padre Pío



Pequeñas píldoras de fe que ayudaran y confortaran nuestro espíritu

San Pío da Pieltrecina nos ha dejado un maravilloso testamento, una gran colección de cartas escritas entre 1902 y 1968, el Epistolario, que está dividido en cuatro volúmenes: las Obras Escolares, las Cartas a los Padres Espirituales, las Cartas a los Hijos Espirituales, las Cartas a la Familia. De allí tomamos unas pequeñas píldoras de f e que ayudaran y confortaran nuestro espíritu.

1. Mantente firme y constantemente unido a Dios, consagrándole todos tus afectos, todos tus problemas, todo tu ser, esperando pacientemente el regreso del hermoso sol, hasta cuando gustará al esposo visitarte con la prueba de la aridez y de la oscuridad de espíritu. (Epist. III, p. 670)


2. Deja también que la naturaleza se vea afectada del sufrimiento, porque no hay nada más natural en esto excepto que el pecado; tu voluntad, con la ayuda divina será siempre superior y el divino amor nunca faltará en tu espíritu, sino descuidas la oración. (Epist. III, p.80)


3. Quien tiene tiempo no espere tiempo. No postergues para mañana lo que hoy puedes hace. Del bien luego son desbordantes los pozos…a parte ¿quién dice que mañana viviremos? Escuchemos la voz de nuestra conciencia, la voz del real profeta: si hoy escuchas la voz del Señor, no cierres tus oídos. Nos levantemos y atesoremos, que solo el instante huye de nuestro dominio. No interpongamos el tiempo entre instante e instante, que a este no lo poseemos. (TN, in Epist. IV, pag. 877s.)


4. Te ruego, por la mansedumbre de Jesús y por las entrañas de misericordia del Padre celeste, a nunca enfriarte en la vía del bien. Corre siempre y nunca te pares, sabiendo que en este camino el estar inmóvil equivale al retorno de nuestros propios pasos. (Epist. II, p. 259)


5. No vayas nunca a acostarte sin antes haber examinado tu conciencia de cómo has pasado tu jornada y no antes de haber dirigido todos tus pensamientos a Dios, seguido del ofrecimiento y consagración de tu persona y de todos los cristianos. Además ofrece a gloria de su divina Majestad el descanso que estás por tomar, y nunca te olvides que tu ángel de la guarda está contigo. (Epist. II, p. 277)


6. Caminemos siempre con paso lento para que tengamos el afecto bueno y determinado, no podemos sino caminar en el bien. No, mis queridísimos hijos, no es necesario para el ejercicio de las virtudes estar siempre atentos a todos, esto realmente entorpecería y retorcería demasiado tus pensamientos y afectos. (Epist. II, p. 588)


7. Sean como pequeñas abejas espirituales, las cuales no llevan a sus colmenas más que miel y cera. Tu casa tiene que estar llena de dulzura, de paz, de armonía, de humildad y piedad en tu conversación. (Epist. III, p. 563).

“Así murió Padre Pío”: Habla el enfermero que le asistió en su lecho de muerte



Un testigo excepcional cuenta cuáles fueron las últimas palabras del santo fraile al morir
En la noche entre el 22 y el 23 de septiembre de 1968, en la celda n.1 del convento de San Giovanni Rotondo, donde vivía Padre Pío, estaba también él. Se trata de Pio Miscio, enfermero de la Casa Sollievo, que tenía turno en el hospital.

Acompañó, “corriendo”, al doctor Giovanni Scarale con el aspirador que debía ayudar a la respiración del santo de Pietrelcina. Se añade así otro nombre a quienes estaban presentes en el momento de la muerte de Padre Pío.

“Padre Pío murió en los brazos del doctor Scarale“, confirma Miscio con emoción. Una vez fallecido el Padre Pío, corrió a su puesto para continuar su trabajo como enfermero de guardia (Tele Radio Padre Pio, 23 febrero).


Lo que sucedió esa noche
Eran alrededor de las dos de la noche. En la celda de Padre Pío estaban su médico de cabecera, el doctor Sala, el Padre Superior del Convento y algunos frailes. Padre Pío estaba sentado en la butaca, tenía la respiración fatigosa y estaba muy pálido.

Mientras el doctor Scarale le quitaba al fraile la sonda de la nariz y le colocaba la máscara de oxígeno, Pio Miscio asistía silencioso a aquella dramática escena.

“Intentó reanimarle varias veces…”
“Yo estaba junto a la calefacción, asistí hasta el final a esos momentos, pero no hice nada”. Antes de perder el conocimiento, Padre Pío repetía “Jesús, María, Jesús, María”, sin escuchar lo que le decía el médico.

Tenía la mirada perdida en el vacío. Cuando perdió el conocimiento, “el doctor Scarale intentó reanimarle varias veces, sin éxito”.

“No logro pensar en nada…”
Después, apenas Padre Pío expiró, el enfermero fue llamado por una monja para que acudiera al hospital, pues en su turno era el único enfermero.

Por el camino, Pio se cruzó con un periodista que quería noticias del fraile. “Yo le dije… pero qué voy a contarte, ahora no logro pensar en nada”. El enfermero estaba en shock por la muerte de Padre Pío”. Pio Miscio y el doctor Scarale son actualmente las únicas personas aún con vida que asistieron a la muerte de San Pío.

jueves, 22 de febrero de 2018

Otra conexión entre Padre Pío y Fátima: la devoción de la familia de los pastorcitos por este santo


Francisco y Jacinto tenían un hermano, Juan, del que se sabía muy poco hasta ahora....

Fátima y el Padre Pío están relacionados por el gran amor y devoción que el santo de los estigmas tenía hacia esta advocación de la Virgen. De hecho, la imagen peregrina original estuvo presente en San Giovanni Rotondo, produciéndose una curación milagrosa del fraile capuchino.

Durante estas semanas, aquella misma imagen de la Virgen de Fátima ha estado en el monasterio del Padre Pío. Y también en este momento se ha vuelto a conocer otra relación entre el santo y Fátima.

El hermano de San Francisco y Santa Jacinta, devoto del Padre Pío
En un reportaje para Padre Pío TV, Jacinta Pereiro Marto, la sobrina de los santos Francisco y Jacinta, ha asegurado que su padre era un gran devoto del Padre Pío, y que en su cartera siempre llevaba una estampa del santo de Pieltrecina.

Su padre no era otro que Juan Marto, el quinto de los siete hijos que tuvieron Manuel y Olimpia, y que estaba justamente por encima de Francisco y Jacinta. De hecho, estuvo en una de las apariciones con sus hermanos pequeños y  su prima Lucía, aunque  él no pudo ver nada.

Presente en una de las apariciones
Juan tenía 11 años cuando se produjeron las apariciones y falleció en el 2000 a los 94 años, 15 días antes de la beatificación de sus hermanos. No se sentía digno para ir a aquella ceremonia ni para saludar a Juan Pablo II, que presidió aquel importante acto.

En muchas ocasiones, Juan había contado que él estuvo presente en la cuarta aparición que se produjo en los Valiños y no en Fátima puesto que los pequeños habían sido apresados con el objetivo de revelar el secreto. “Yo estaba con ellos en los Valiños. Pero yo no vi nada”.

Este joven fue el último superviviente de los hermanos Marto y vivió en la casa donde nacieron Jacinta y Francisco. Poco antes de morir recordaba que sus hermanos “eran chiquillos normales, chiquillos absolutamente normales”. Quizás por esa normalidad, “nosotros no les creíamos” hasta que se produjo el conocido como milagro del sol el 13 de octubre de 1917, cuando el sol danzó ante decenas de miles de personas.

Juan lloró mucho tras la muerte de sus hermanos
Jacinta, hija de Juan, recuerda que su padre no acudió al milagro del sol como si hicieran sus abuelos y otros familiares y “se quedó en casa porque tenía miedo a morir”.  Un rumor que corría en este tiempo entre adultos y niños era que “si el milagro del sol no sucedía, toda la familia moriría”.

Con apenas 11 años a Juan le costaba entender todo lo que estaba sucediendo alrededor pero que después de la muerte de sus hermanos Francisco y Jacinta “mi padre decía que lloró mucho, mucho”, recuerda su hija, “porque vio que todo lo que decían estaba sucediendo”.

“Mi abuelo siempre creyó”
Hablando de sus abuelos, los padres de los santos, asegura que al principio ellos tampoco entendían nada. En aquel entonces “pensaban que sus hijos eran un poco diferentes a los demás, pero no sabían exactamente de qué forma” pero, no obstante, “mi abuelo siempre creyó”.

“Jacinta fue la primera en decir que Nuestra Señora se había aparecido y cuando le preguntaban a mi abuela por el tema siempre respondía: ‘Mis hijos no son unos mentirosos, yo los he educado, por lo tanto, si dicen que la vieron, yo creo que sí la vieron”.

A pesar de que su abuelo nunca vio a la Virgen, su nieta Jacinta recuerda que “estuvo en algunas apariciones y aunque decía que no veía nada, si se percataba de que algo sucedía. El decía que escuchaba un sonido, como de una abeja dentro de un cántaro, de un recipiente. Pero el milagro del sol él si lo vio. Así que, si ya creía antes, siguió creyendo”.

Todo como un don de Dios
Juan siguió como pastor toda su vida en su pueblo y hasta trabajó como peón de albañil para construir el santuario donde él antes jugaba con sus hermanos ahora santos. Nunca dejó atrás la humildad ni su fe sabiendo que todo era un don de Dios.

Y así es como lo define su hija Jacinta, sobrina de estos dos videntes: “Toda la familia, mis abuelos y mis padres, todos nosotros, siempre lo hemos aceptado como un don de Dios. Dios escogió a mis tíos porque así lo quiso. Tanto, que mi abuelo decía que la Virgen quería venir a Fátima y había escogido a sus hijos, pero que  nosotros no merecíamos nada. Por lo tanto, nosotros siempre lo hemos vivido con mucha sencillez porque Dios ha escogido y escoge a quien quiere”.

(Publicado originariamente en el portal de noticias marianas www.carifilii.es)

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