miércoles, 16 de octubre de 2013

Todos los sufrimientos de esta tierra


Todos los sufrimientos de esta tierra, juntos en un haz, yo los acepto, Dios mío, los deseo como mi porción; pero nunca podré resignarme a estar separado de ti por falta de amor. ¡Ah!, por piedad, no permitas que esta pobre alma ande extraviada; no consientas nunca que mi esperanza se vea frustrada. Haz que nunca me separe de ti; y, si lo estoy en este momento sin ser consciente de ello, atráeme en este mismo instante. Conforta mi entendimiento, oh Dios mío, para que me conozca bien a mí mismo y conozca el gran amor que me has demostrado, y pueda gozar eternamente de las bellezas soberanas de tu divino rostro.
No suceda nunca, amado Jesús, que yo pierda el precioso tesoro que tú eres para mí. Mi Señor y mi Dios, muy viva está en mi alma aquella inefable dulzura que brota de tus ojos, y con la que tú, mi bien, te dignaste mirar con ojos de amor a esta alma pobre y mezquina.
¿Cómo se podrá mitigar el desgarro de mi corazón, sabiéndome lejos de ti? ¡Mi alma conoce muy bien qué terrible batalla fue la mía cuando tú, mi amado, te escondiste de mí! ¡Qué vivamente grabada en mi alma, o mi dulcísimo amante, permanece esa terrible y fulminante imagen! 
 (17 de octubre de 1915, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 674)

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