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martes, 27 de noviembre de 2012

Quién es el Padre Pío?


Resulta imposible iluminar al gigante sin indagar en sus profundas raíces. Nacido el 25 de mayo de 1887, miércoles, a las 17 horas en Pietrelcina (Benevento), en la casa familiar de Vico Storto Valle, 27, Francesco Forgione di Nuncio, como se le bautizó en la iglesia arciprestal de Santa maría de los Ángeles, prometió con sólo cinco años “fidelidad” a San Francisco de Asís.

A esa misma edad, sabemos por su futuro director espiritual, Benedetto de San Marco in Lamis, que se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús en el altar mayor de la Iglesia, indicándole que se acercase hasta él para bendecir con su santa mano la cabeza del pequeño en agradecimiento por haberle consagrado su amor.

Los padres de Francesco, Grazio María Forgione y María Giuseppa di Nuncio, eran campesinos de la Italia profunda que mantenían laboriosamente a sus siete hijos, dos de los cuales fallecieron a temprana edad.

El Padre Martindale aseguraba que Grazio y María Giusseppa recordaban extraordinariamente en sus facciones, amabilidad y acogida a los padres de Jacinta y Francisco, los videntes de Fátima.

El futuro Padre Pío era un niño normal, que jugaba con sus amigos y obedecía a sus padres. Claro que en alguna ocasión el pequeño espetó a su madre: “No quiero ir con este niño porque es blasfemo”.

Evitaba así las malas compañías que ofendían a Dios. Varios vecinos le vieron rezar el Rosario con nueve o diez años mientras pastoreaba las ovejas. A veces sufría con paciencia encomiable las burlas de algún compañero.

Desde la más tierna infancia grabó en su alma la huella de Dios, tanto para la penitencia como para la oración.

Asiduo acólito, rezaba siempre de rodillas con gran recogimiento; incluso a puerta cerrada, con la complicidad del sacristán, con quien quedaba a una hora concreta para que le abriese la puerta del templo sin que nadie más se enterase.

El sacerdote Giuseppe Orlando testimoniaba los sacrificios del bambino, a quien reprendió más de una vez por dormir en el suelo con una piedra como almohada, rechazando la cama que su madre le había preparado con esmero.

Uno de sus compañeros de pastoreo, Ubaldo Vecchiarino, confesó que una noche invernal se acercó con varios amigos a casa de Francesco para espiarle a través de la ventana: su habitación estaba a oscuras, pero oyeron los golpes de alguien que parecía azotar su cuerpo con un cordón de cáñamo.

Su propia madre le sorprendió varias veces flagelándose la espalda con una cadena de hierro hasta sangrar. Preocupada por su salud, decidió preguntarle otro día por qué lo hacía. El respondió: “Debo golpearme como los judíos lo hicieron con Jesús”.

Semejante sed de sufrimiento no obedecía a un propósito masoquista. Todo lo contrario: era el niño quien decidía abrazar la Cruz de Cristo, como lo haría de adulto, para expiar sus propios pecados y los de gran parte de la Humanidad. El sufrimiento físico, y sobre todo el moral, tenían por tanto el mismo sentido que Jesús les dio al extender los brazos en la cruz para redimir al mundo. La mortificación escondida constituyó siempre para el Padre Pío la piedra de toque del Amor, con mayúscula. Amor a Jesús, primero, y a los demás como consecuencia de aquél. En una palabra: Caridad.

Sor Consolata me comenta sobre él:

“Era el cantor de la misericordia de Dios. Él mismo solía decir: “He sido portador de la misericordia de Dios, pero el número de convertidos lo sabremos sólo por el Cielo”.

Su  humildad era proverbial. Cierto día, la religiosa le dijo:

-Padre, cuando rezo por usted no sé qué pedir…
-¿No sabes qué pedir? –se extrañó él. Yo te lo diré. Di al Señor: “Haz que este pobre desgraciado haga siempre Tu voluntad”.
Y añadió, con lágrimas en los ojos:
-Te lo repito; cuando quieras rezar por mí pide solamente esto: “Que este pobre desgraciado haga siempre Tu voluntad”.

¡Pobre de mí! –se lamentaba el Padre Pío por carta, el 6 de noviembre de 1919-. ¡Pobre de mí! No puedo encontrar reposo. Cansado, inmerso en la más extrema angustia, en la más desesperada desolación. Vivo en la angustia más angustiada, no ya por no poder encontrar a mi Dios, sino por no poder ganar a todos los hermanos para Dios. Sufro y busco en Dios la salvación para ellos…¡Qué terrible cosa es vivir del corazón! Esto obliga a morir en cada uno de los momentos y de una muerte que no llega nunca a hacerme morir, sino para vivir muriendo y muriendo vivir”.

¿Sufrir? ¿Para qué? ¿Por quién?

Sufrir para renovar la Pasión por Jesús. Su continua experiencia mística, bendecido por tan admirables dones, tenía precisamente como fin aumentar su capacidad de sufrimiento, como advertía el cardenal Giuseppe Siri.

Sufrir por todos, sin excepción. “No he venido a salvar a los justos, sino a los pecadores”, dijo el Señor.

Muchos “peces gordos”, como el Padre Pío solía llamar a los grandes pecadores, mordieron el anzuelo de la conversión gracias al infalible cebo del sufrimiento escondido.

Mary Pyle, una protestante americana que permaneció muchos años junto a él en San Giovanni Rotondo tras convertirse al catolicismo, y que a su muerte legó toda su fortuna a la Iglesia y al convento de capuchinos de Pietrelcina, ahondaba en ese mismo afán de capturar almas para el Señor, durante su encuentro con la publicista María Winowska:

“El Padre Pío es un especialista en “peces gordos”, como se dice vulgarmente. Pero no lo olvide: cuando él se hace cargo de uno, es para siempre. En cierta ocasión, me decía: “Quando io ho sollevato un ‘anima, non la lascio ricadere più”; “Si alguna vez he levantado un alma, puede estar muy tranquila, que no la dejaré caer de nuevo”.

También “levantó el alma” de Domenico Tizzani, “un excelente maestro”, en palabras del Padre Pío, que le impartió clases particulares durante tres años hasta completar la enseñanza elemental.

El profesor había abandonado su ministerio sacerdotal para convivir con una mujer que le dio una hija. Años después, ordenado ya sacerdote, el Padre Pío pasó junto a la casa de su antiguo maestro en Pietrelcina. A la entrada, vio llorar desconsolada a una joven mujer. Era su única hija. Enterado que su padre agonizaba, no vaciló en socorrerle pese a su condición de excomulgado.

El último reencuentro entre profesor y alumno fue un calco de la parábola evangélica del hijo pródigo. Ambos lloraron de inmensa alegría: Domenico, arrepentido de sus pecados; su confesor, agradecido al Señor por su retorno al redil.

Días después, Domenico entregó su alma a Dios en medio de una paz infinita.

¡Cuántas veces, a lo largo de su vida, el Padre Pío se ofreció al Señor por los demás como un cordero pascual!

Las locuciones con personajes celestiales traslucen su pasión incondicional por las almas. Copiadas y transmitidas por el Padre Agostino de San Marco in Lamis, la del 28 de noviembre de 1911 dice, por ejemplo, así:

“¡Oh, Jesús! ¡Te recomiendo aquella alma! Debes convertirla. ¡Oh, Jesús! Te recomiendo aquella persona: conviértela, sálvala. ¡Oh, Jesús! Convierte a aquel hombre; te ofrezco por él todo mi propio ser”.

Al día siguiente, volvía de nuevo a la carga:

“¡Dios mío! ¡No le castigues! ¡Tampoco a nuestros sacerdotes les castigues! ¡A nuestros superiores ayúdalos también! ¡Oh, concédele esta gracia! ¡Te he de cansar! ¡Tú debes decir que sí! ¡Si se trata de castigar a los hombres, castígame a mí! Debes ayudar a los sacerdotes, principalmente en nuestros días…”

A una de sus hijas espirituales, les escribía: “¿Cómo puedo olvidarte a ti, que me has costado tan duros sacrificios y a quien he engendrado para Dios entre agudos dolores?”.

Y a un joven, llegado a San Giovanni desde el confín del mundo, le recordaba: “Yo te rescaté al precio de mi sangre”.

¿No se dice acaso en la carta a los Hebreos, “sin efusión de sangre no hay remisión”?

El Padre Pío hizo suya esta frase de Paulo de Tarso a los Gálatas: “Hijos míos, por quienes padezco otra vez dolores de parto hasta que Cristo esté formado en vosotros”.

Sabía perfectamente que la principal causa de tantos fracasos en las obras de apostolado era la pretensión de ganar almas para Cristo sin sacrificio personal. 

José Mª Zavala de su obra “Padre Pío: Los milagros desconocidos del santo de los estigmas”

viernes, 23 de noviembre de 2012

Padre Pío en el confesionario



Quien participaba en la celebración eucarística del Padre Pío, no podía quedar tranquilo en su pecado. La Santa Misa elevaba a todos los presentes en el ministerio de Dios, que no dejaba en paz a quien vivía lejos de Él. Después de la Santa Misa, el Padre Pío se sentaba en el confesionario para administrar la misericordia de Dios a los arrepentidos.

Empezaba con los hombres hasta las nueve; de nuevo a las once y media, confesaba a las mujeres. En la tarde estaba a disposición de todos, pero dando la preferencia a los hombres, porque decía: "son los que más lo necesitan".

Hay muchas anécdotas sobre el ministerio que el padre Pío representaba en el confesionario. He aquí unos pocos: 

Siendo muchos los que querían confesarse con el Padre Pío, sé penso en poner orden hasta donde fuera posible.

En honor a este orden, algunos para confesarse debían esperar su turno hasta tres o cuatro horas.

Muchos, de los más empedernidos, iban a San Giovanni Rotondo, no para confesarse, sino por curiosidad o para reírse.


UNA TRAMPA

Una señora estaba angustiada porque el marido no quería confesarse. En ocasión de su onomástico, le pidió al marido un regalo.
"¡Lo que quieras!" Le contestó éste.
"¡ Acompáñame a San Giovanni Rotondo!"
Se puso rabioso.
"¡ Esto es una trampa! ¡Esto no es honesto!"
"¿Por qué no es honesto? ¿No me prometiste darme lo que yo quisiera?"
La acompañó a regañadientes y estando siempre de mal humor. Llegando por la tarde a San Giovanni Rotondo, lo primero que le dijo fue: "¡Mañana mismo nos regresamos en el primer tren!"
"¡Está bien!" le contestó la señora.
Durante toda la noche no pudieron dormir. A las dos de la madrugada todo el mundo se levantó para asegurarse un lugar en la Misa de las siete.
Se levantaron también ellos. Pero el marido, siempre de mal humor, dijo a la señora:
"Si quieres, que te acompañe, déjame en paz y no pidas que me confiese".
Durante la misa le tocó un lugar bastante cerca del padre Pío. La señora rezaba por la conversión de su esposo. Terminada la celebración, el primero en seguir al Padre Pío rumbo a la sacristía para la confesión, fue exactamente este señor. Después de un rato regresó donde estaba su esposa, y, con un rostro lleno de luz y alegría exclamó:
"¡Hecho! ¡Ya me confesé!"
"¡Que hombre es este Padre Pío! ¡Me detuvo y me puso como nuevo!"
"¿Cómo no confesarse después de una misa como ésta?"
Luego, echando el brazo al cuello de su Señora, le dijo: "¡No conviene que nos vayamos pronto! ¡Quedémonos una semana!"


¡VETE, VETE DE AQUÍ!

Mientras estos esposos gozan la gracia de Dios, en la sacristía, donde el Padre Pío esta confesando, se oye el golpe violento de la ventanilla del confesionario.
Sale una muchacha llena de lágrimas, que dá la vuelta y va enfrente del Padre para suplicarle que la confiese.
"¡Vete, vete de aquí!" le dice el Padre Pío en tono enérgico. "¡No tengo tiempo para ti!"
Ella continua sollozando como si el corazón le estuviera estallando.
Nadie se mueve. Se crea un profundo silencio, y los ojos de todos están sobre la muchacha. El Padre Pío continua confesando tranquilamente.
Se le acerca otro padre que esta encargado del orden y le dice: "Tranquilízate. No tengas miedo".
Se la lleva luego un poco lejos del confesionario y dialoga con ella. Al fin la muchacha se retira confortada, besándole la mano.

Una persona se le acerca a este religioso y le pregunta:
- "¿Por qué el Padre Pío es tan duro con ciertos penitentes?"
- "El Padre Pío", contesta el padre, "lee las consciencias y recibe a los que no están bien dispuestos".

- "¿Y si estos no regresan?"

"¡Pierda cuidado! el Padre Pío no las rechazaría si no supiera que regresarían. Para lavar un corazón es necesario una lluvia de lágrimas. 
Un buen medico no titubea en usar el bisturí".
"Entonces….esta muchacha…"
"¡No se preocupe! Ella vino, quizás por curiosidad, Muchas mujeres vienen por curiosidad. El Padre Pío lo intuye. No quiere que se confiesen para verlo. ¡Esa no es una confesión! Dentro de dos o tres días esta muchacha regresara preparada. ¿Cree usted que el Padre Pío no haya ya orado por ella? Pero es necesario esperar que la gracia actúe". 


TE VEO MUERTO

Otro día, un comerciante de la ciudad de Pisa llega a San Giovanni Rotondo a pedir al Padre Pío la sanación de una hija que estaba muy enferma.
Cuando estuvo frente al padre, este lo miro y le dijo: "Tú estas mucho más enfermo que tu hija. Yo te veo muerto"
"¿Que dice, Padre? ¡Yo estoy muy bien!"
"¡Miserable!" Le grita el Padre Pío. "¡Infeliz! ¿Cómo puedes estar bien con tantos pecados en la conciencia? Estoy viendo por lo menos treinta y dos!"
El hombre se sorprendió mucho, y terminó arrodillándose para confesarse.
Terminada la confesión, el comerciante de Pisa decía a todos: "El sabía todo y me ha dicho todo"


UN CRIMINAL

En otra ocasión un hombre, relacionado con una organización criminal, había decidido matar a su esposa. Para hacer creer que se trataba de un suicidio, penso acompañarla a San Giovanni Rotondo, simulando amor y fe. Era un ateo, que no creía ni en Dios ni en el diablo. Aprovechando el viaje, entro en la sacristía donde confesaba el Padre Pío para, observar este "típico fenómeno de histerismo".
Apenas el Padre Pío lo ve, se le acerca, lo coge del brazo y le grita: "¡Fuera, fuera, fuera! ¿No sabes que té esta prohibido mancharte las manos con sangre? ¡Vete!"
Todos los presentes quedaron aturdidos. Enloquecido, el pobre infeliz huyó, como si le hubiera caído fuego encima.
"¿Que pasó en la noche?" Solo Dios lo sabe y el Padre Pío. A la mañana siguiente el hombre estaba a los pies del Padre Pío, que lo acogió con amor, lo confesó, le dió la absolución y luego le abrazó tiernamente. Antes de que se retirara le dijo: "Tu siempre has deseado tener hijos, ¿no es verdad?
El hombre lo miró sorprendido, y luego le contestó: "Sí y mucho".
"Bien, ahora no ofendas más al Señor y tendrás un hijo".
Un año después, retornaron los dos esposos para que les bautizara al hijo.


¡ME HA DICHO TODO!

Un día un hombre salió de la iglesia, después de haberse confesado con el Padre Pío, y se puso a gritar loco de alegría, a todas las personas que se le acercaban: "Hacía 35 años que no entraba en una iglesia. Si, 35 años que no quería saber nada ni de Dios ni de la Virgen no de los santos. ¡Llevaba una vida de infierno! Un día una persona me dijo: "¡Vaya a San Giovanni Rotondo!" Solté la carcajada y contesté: "Si usted cree que ese padre me va a convencer está muy equivocada!.
Pero esta idea no me dejó en paz. Era como una perforadora que excavaba dentro de mí, finalmente no pudiendo mas, me dije: "¿Por qué no ir? Así acabaré con esta obsesión".
Llegué anoche. No había lugar para uno como yo, acostumbrado a las comodidades. Pasé la noche pensando en mis pecados y sudando abundantemente. A las dos de la madrugada, se oyeron varios despertadores. Me levanté con todos los demás, pero blasfemando contra todos. No obstante, me dirigí a la iglesia. No entendía lo que me sucedía por dentro. Esperé como los demás y entré como los demás. Asistí a la Misa del Padre Pío. ¡Qué Misa! Me mordía los labios, me defendía…pero no tenía nada que hacer, comenzaba a perder terreno. La cabeza me estaba explotando. Después de la misa seguí a los hombres que iban a la sacristía como un autómata. Al entrar, el Padre Pío vino a mi encuentro y me dijo: ¿No sientes en la cabeza la mano de Dios? Yo contesté: "Confiéseme, padre"
Apenas me había arrodillado, sentí la cabeza vacía como una olla. Me era imposible recordar mis pecados. El padre esperó un poco y luego me dijo: "Animo, hijo, ¿no me dijiste todo durante la Misa? ¡Animo! ¡Y me dijo todos mis pecados! Yo le contestaba solamente "Sí". "¡Ahora me siento limpio como un niño! ¡Ahora me siento feliz!"

HORA SANTA


HORA SANTA
Jueves 6 de diciembre de 2012
18.00 horas
Gutiérrez Zamora esq. Ribera s/n
Col. Las Aguilas
México 01710, D. F.
www.padrepiomexico.org

lunes, 19 de noviembre de 2012

Embajador de Costa Rica presenta su libro



ROMA, 19 Nov. 12 / 01:02 am (ACI/EWTN Noticias).- El  Embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, Fernando Sánchez Campos, presentó en América la segunda edición de su libro “Nace un hijo espiritual: Nuestra historia con el Padre Pío de Pieltrecina”, y ha decidido abrir las puertas de su embajada en Roma, a aquellos que quieran conocer un poco más al querido santo.

El libro se publicó originalmente en español en 2010 por la editorial Guayacán Centroamericana. La versión en italiano fue publicada junto al Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, y actualmente está siendo traducido al inglés.

El embajador estará la próxima semana en Dallas (Estados Unidos), y posteriormente en Guadalajara (México) y Costa Rica para presentar esta nueva edición.

La obra cuenta la experiencia personal del embajador y la milagrosa curación de su hijo Fernando Felipe. El niño sanó de una cardiopatía severa letal, luego de que su familia lo encomendara al padre Pío.

Después de esta experiencia, sintió la necesidad de escribirla y presentársela al Padre Carlo María Laborde, guardián de la fraternidad de San Juan Rotondo de Pieltrecina -donde descansa el Padre Pío-, para que conociese su historia. Fue él quien le instó a publicarla.

“Nunca me hubiera imaginado ni siquiera escribir un libro, menos una segunda edición, menos la traducción al inglés al italiano, y menos presentarlos en otros países...y lo hago lleno de felicidad y agradecimiento, porque también he visto las gracias enormes que contar mi historia desde el corazón le llevó a otros”, señaló Sánchez en una entrevista concedida a ACI Prensa el 14 de noviembre.

A partir de la publicación de la obra, su embajada se convirtió en un lugar de encuentro para aquellos quienes peregrinan a Italia para visitar la tumba del Santo.

“Ésta es una especie de pequeña embajada del Padre Pío de Pieltrecina en Roma –explicó-. Sobre todo para los costarricenses y resto de latinoamericanos que quieren conocer un poco más acerca del Santo”, explica.

La embajada asiste a los peregrinos que buscan indicaciones para ir a San Giovanni Rotondo y Pieltrecina, e incluso facilita el contacto con el santuario para celebrar una Misa.

La relación del embajador con San Pio de Pieltrecina es muy estrecha. Según Sánchez, San Pio de Pieltrecina utilizó estrategias muy sutiles para “conquistarlo”. Siempre por casualidad, llegaban a sus manos libros sobre el santo, tenía sueños con él, e incluso por azar, la primera bendición que recibió su hijo en el vientre, fue en una iglesia dedicada al santo del Pieltrecina.

Sánchez lleva varios años en Roma donde vive junto a su familia. Presentó sus credenciales al Papa Benedicto XVI el 3 de diciembre de 2010. Ser embajador ante la Santa Sede, no entraba en sus planes, y esto, también  lo considera como otra señal de amistad del santo.

Padre Pío y la sanación de Fernando Felipe

En 2007, la esposa del diplomático, Milagro, quedó embarazada. La primera bendición que sufrió el vientre, la recibió del Padre Gabriel Corrales –en presencia de una imagen de San Pío de Pieltrecina–. En septiembre de ese mismo año, Milagro presentó complicaciones en el embarazo. El corazón de su hijo latía demasiado rápido.

Fernando Felipe nació con una enfermedad mortal en adultos y con escasa esperanza de vida en neonatos, caracterizada por taquicardias muy severas. El niño no mejoraba pese al tratamiento pre natal, las medicinas y hasta cinco shocks eléctricos. Fue internado en la unidad de cuidados intensivos y en la noche del 23 de septiembre, coincidiendo con la fiesta de San Pío de Pieltrecina, recibió la visita del Padre Corrales, quien llevó una reliquia del Padre Pío, unas gasas ensangrentadas por sus estigmas.

Pocas horas después, el niño se estabilizó para sorpresa de los médicos. Minutos después a la oración, el registro de los latidos daba resultados absolutamente normales.

Fernando Felipe ya cumplió 4 años y nunca ha vuelto a tener problema alguno. Tiene una hermanita que en honor a la curación, se llama María Pía.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Padre Pío compite con Apple?



Padre Pío compite con Apple? Sí, al menos en eBay. No es de extrañar. El santo de Pietrelcina no teme a nadie, ni siquiera al iPhone 5, iPad, iPod, Macbook. Con datos de los que navegan por la web, resulta que, a pesar de perder puntos en la cantidad de los objetos puestos a la venta o intercambio, en cuanto a la diversificación de los objetos y la calidad artística de la misma, el Padre Pío obtiene un gran premio. Piensen en eBay Italia, bajo la rúbrica del santo franciscano de todo, desde revistas, libros, tarjetas de teléfono, diamantes, pulseras, anillos, sellos, amuletos, amuletos, CD, DVD, porcelana, cerámica, herramientas, ropa, etc. tomaría toda una página de papel para enumerar todo. De hecho, para ser justos, es la propia Apple, que  para beneficiarse del fraile de Pietrelcina tiene aplicaciones dedicadas a él, e incluso una versión del iPhone con el rostro del Padre Pío. De todos modos, el Padre Pío tiene la ventaja de no poca importancia: el bajo costo de compra de los objetos, que desvanece por completo a aquellos que deciden invertir en su devoción y fe.

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